Reformar
la Constitución no es baladí y, por tanto, es necesario que todos los
ciudadanos tengan una información objetiva y despojada de todas las demagogias que,
unos y otros, quieran añadirle con un claro objetivo político-electoral. La
reforma del artículo 135, pactada entre Zapatero y Rajoy –es decir, entre el
PSOE y el PP-, ha desencadenado una serie de reacciones que no van, a mi
juicio, en la dirección correcta hacia esa información objetiva a la que la
ciudadanía tiene derecho. Hablar de ruptura del consenso constitucional, de
exigencia de referéndum, de triunfo de la derecha, de eliminación del Estado
del Bienestar, de hacerlo a espaldas del pueblo… y otras tantas exageraciones,
me parece un ejercicio demagógico excesivo que sólo pretende pescar en el río
revuelto de un electorado que pronto tendrá que pronunciarse en las urnas.
La
propia Constitución –por lo tanto, el consenso constituyente- acepta dos
métodos para su reforma, según los artículos afectados. Ambos requieren una
mayoría de dos tercios del Congreso y el Senado. Además, si la reforma afecta
al Título Preliminar, al Capítulo II-Sección I del Título I o al Título II, se
exige la disolución de las Cámaras, el refrendo de éstas tras las elecciones y
el posterior sometimiento a referéndum popular. Sin embargo, para el resto de
títulos y artículos no se requiere disolver cámaras ni convocar referéndum,
salvo que éste sea solicitado por un diez por ciento del Congreso o del Senado.
Teniendo en cuenta que la presente reforma afecta al artículo 135, ubicado en
el Título VII sobre Economía y Hacienda, es obvio que la reforma se ajusta
perfectamente al más escrupuloso respeto a la Constitución, resultado del
consenso inicial entre todos los españoles, salvo que el citado porcentaje de
senadores o diputados exija la convocatoria de un referéndum. Es por tanto
descaradamente demagógico manifestar que la reforma se hace a espaldas del
pueblo y, mucho menos, rompiendo el consenso que, en su momento, acordaron
todas las fuerzas políticas.
La
reforma pretende, elevándolo a rango constitucional, garantizar el principio de
estabilidad presupuestaria vinculando al respecto a todas las Administraciones
Públicas, reforzar el compromiso de España con la UE y garantizar la
sostenibilidad económica y social de nuestro país. En definitiva, evitar en el
futuro un despilfarro incontrolado que, en estos últimos años, nos ha llevado
al borde de la ruina. Así lo tienen establecido algunos países, como Alemania,
sin que ello signifique la quiebra del Estado del Bienestar como aquí dicen
algunos. La cuestión no es gastar más, sino gastar mejor, ajustando al máximo
posible el diferencial entre gastos e ingresos, lo que también exige una mejora
en la recaudación. Por tanto, desde esta perspectiva, no es razonable hablar de
triunfo de la derecha, salvo que algunos piensen que una política de izquierdas
es gastar y gastar incluso lo que no tenemos, endeudándonos hasta las cejas e
hipotecando a las generaciones futuras. La orientación ideológica de la
Economía sólo depende de dónde se carguen las tintas a la hora de gastar y a la
hora de recaudar, dentro de las capacidades reales de riqueza que cada país
tiene. Establecer un tope máximo de gasto en relación a dichas capacidades no
es ni de derechas ni de izquierdas, es simplemente de sentido común.
Otra
cuestión distinta es el momento y la forma en que Zapatero ha planteado la
reforma, solicitada por Rajoy desde hace tiempo. Hacerlo cuando está a punto de
irse y en precampaña electoral es darle oxígeno a Rajoy y dejar a Rubalcaba
entre las cuerdas. Pactarlo con Rajoy al margen de Rubalcaba es dejar muy
tocado al desnortado PSOE, que venía rechazando hasta hoy la propuesta del PP
tachándola de derechas, como hacen otros, de forma demagógica. Sólo desde esta
contradicción del PSOE se puede considerar que la reforma suponga un triunfo de
la derecha. Pero es la consecuencia lógica del caótico proceso de sustitución
de liderazgo que han decidido los propios socialistas, ¿no sigue siendo ZP el
secretario general del PSOE? ¿no ha sido la rectificación su ideología?
Rubalcaba y el resto de barones socialistas, quienes hasta ahora obedecían
ciegamente al sacrosanto Zapatero, están siendo ahora víctimas de sus propios
errores y, para evitar males mayores, no tienen más remedio que seguir acatando
sus decisiones hasta el final, aunque sólo sea de puertas hacia fuera y esta
decisión esté cargada de sentido común. ¡Cómo no van a hacerlo si aplaudieron
sumisos otras muchas decisiones cargadas de sin sentido! Pero rectificar en
estos momento sobre un asunto tan importante y de la forma en que lo ha hecho
ZP, plegándose a lo que la derecha venía planteando de forma razonable desde
hace tiempo, es dar una baza electoral a los partidos de izquierdas y
nacionalista, de la que, por mera decisión de ZP, queda inerme el PSOE -y su
candidato Rubalcaba-, susceptibles de ser atacados por las demás opciones de
izquierdas y nacionalistas, que utilizarán todo tipo de argumentos ideológicos,
por demagógicos que sean, para arrebatarle un buen puñado de votos. Ya dice la
sabiduría popular que “a perro flaco, todo son pulgas”, sobre todo si el perro
lleva mucho tiempo sin comer y no encuentra dueño que le proporcione alimentos.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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