La
cadena humana que atravesó Cataluña de Norte a Sur en la Diada para reclamar la
independencia de Cataluña se cobra como víctima más visible al propio Artur Mas
y su formación política CiU, que queda definitivamente encadenado a la
estrategia ilegal de ERC y de grupos y grupúsculos más radicales, agresivos y
antidemocráticos del independentismo catalanista. Su deriva del año pasado
hacia el abismo, imitando el programa de los republicanos independentista, su
varapalo electoral, perdiendo 12 escaños en favor de ERC, y su entrega a éstos
para mantenerse como su títere adecuado al frente de la Generalitat ha vaciado
de contenido propio su discurso político a base del entreguismo más
irresponsable a sus más antagónicos contrincantes políticos, convirtiéndose en
el principal y más visible perdedor en cualquiera de los escenarios posibles.
Es, sin lugar a dudas, el principal damnificado político de este juego
paranoico en el que, desgraciadamente, todos pierden, pues los pocos que,
aparentemente, ganan, ERC y sus aledaños más radicales, no tienen nada que
ofrecer ni a la UE, ni a España (incluida Cataluña), salvo una ilusoria visión
de una futura realidad que, en caso de consolidarse, conduciría a los catalanes
a todo lo contrario de esa “tierra prometida” inexistente, única falacia que
sustenta su delirante discurso político. Quién se imagina una Cataluña
independizada unilateralmente (no cabe otra fórmula o, al menos, no es viable
de momento) de forma totalmente ilegal, expulsada de la UE, rodeada de enemigos
recelosos de su osadía, fuera del euro, con una crisis económica galopante y
una deuda heredada descomunal, sin moneda reconocida y gobernada por Junqueras
con el apoyo de Mas. Imagínenselo por un instante. No pueden, ¿verdad? Yo,
tampoco.
Pero,
dicho lo anterior, es lacerante e insólita la tímida respuesta, cuando no el
absurdo silencio, del resto de instituciones del Estado Español, comenzando por
el gobierno central y acabando por el más pequeño de los ayuntamientos, y del
resto de fuerzas políticas, comenzando por el partido del gobierno y acabando
por el más minúsculo partido de ámbito local, a la agresión antidemocrática que
sufren todos por parte de los independentistas (no sólo los catalanes) desde
las propias instituciones que gobiernan, poniendo en peligro la estabilidad del
sistema y la convivencia pacífica. Una atonía incomprensible que, en cualquier
otro civilizado lugar del mundo, provocaría un movimiento de repulsa
institucional, política y ciudadana ante semejantes energúmenos que pretenden
hacer añicos el marco jurídico-político democrático que ellos mismos se han
dado para proteger sus libertades y derechos individuales y colectivos. ¿Cómo
se puede decir que “por encima de la ley está la democracia” y no pasa nada?
Decía Homs, el consejero de presidencia de Mas, tras participar en la cadena
humana organizada por la radical ANC con apoyo del Govern de la Generalitat,
que “Rajoy no puede quedarse de brazos cruzados”. Y no le falta razón, pero en
sentido contrario de lo que él espera. Ni Rajoy, ni el resto de dirigentes
políticos o cargos gubernamentales del resto de los partidos democráticos y
demás instituciones del Estado, ni los dirigentes sindicales o empresariales, ni,
en definitiva, cualquier persona que, simplemente, sea demócrata, puede, ni
debe, quedarse de brazos cruzados ante este desafío totalitario. Justo es esta
apatía política, institucional y ciudadana la que ha consolidado tan aberrantes
comportamientos que nos han traído a semejante encrucijada, al extremo de que,
tras el fracasado golpe de Estado de 1981, es la mayor amenaza a la democracia
española que tanto esfuerzo nos ha costado construir.
Si hasta
hoy se ha hecho dejación de responsabilidades ante los atropellos de quienes se
decían nacionalistas hasta antesdeayer y, agotado su discurso al conseguir del
Estado competencias que superan las de los estados federales, ahora, en vez
gestionarlas con eficiencia en beneficio del interés general, prefieren
encadenarse al radicalismo independentista más agresivo y a cara descubierta,
ya no cabe ningún tipo de condescendencia. Con las cartas boca arriba, ya nadie
engaña, ni debe engañar a nadie, la estrategia de la jugada ha finalizado. O se
está con la democracia o contra ella, y la democracia pasa por el acatamiento
al marco jurídico, a la legalidad y a los cauces establecidos en el mismo para
modificarlo. Nada se impide a nadie, pero siempre que el cauce sea el
cumplimiento de la ley. Fuera, sólo está el caos. Inventar de forma torticera,
manipulándolo todo, las condiciones necesarias para ser acreedor de un derecho
que no tienes, como la “autodeterminación”, manifestar agravios frente a
quienes sí son acreedores del mismo, engañar a la gente para ponerla contra
quienes detentan la verdad jurídica y están obligados a cumplir y hacer cumplir
la ley, así como prometerle paraísos inexistentes que han de conseguirse por
encima de “leyes y constituciones” es puro totalitarismo en cualquiera de sus
versiones.
Que,
ante la manipulada comparación de la “vía báltica” con la “vía catalana”, sea
el primer ministro de Lituania quien hable alto y claro en vez de hacerlo Rajoy
es vergonzante. Dice Butkevicius, que así se llama el lituano, “Cada país debe
encontrar su propio camino y tiene derecho a la autodeterminación” añadiendo
que “el camino hacia la independencia…debe hacerse de acuerdo a bases legales,
a la ley internacional y a las provisiones de la Constitución del país”. Más
claro, el agua. Rajoy, por el contrario, ofrece a Mas diálogo con lealtad,
recordándole de paso tan esenciales principios. ¡Faltaría más! Diálogo, ¿para
qué? Seguramente porque no quiere encadenarlo más aún ya que con las cadenas
que le ha impuesto Junqueras y la ANC ya tiene bastante. Pero, así no se
resuelven los problemas, a lo sumo, se aplazan.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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