Ante
la noticia de que Rajoy está pactando con Mas una consulta “tolerada” o
“acordada”, según el presidente catalán, o negociando “sobre cosas que son
razonables”, según el presidente de los españoles (incluidos los catalanes)
sólo cabe preguntarse, una vez más, ¿qué es lo que hay que negociar al respecto?
Si hasta hace bien poco Rajoy mantenía, acertadamente y de forma enérgica, que
nada había que pactar o negociar al margen de la legalidad, no procede ahora
ninguna negociación entre ellos para celebrar un referéndum en Cataluña sobre
su independencia. Ni Rajoy tiene “per se” capacidad legal para autorizarlo, ni
Mas para convocarlo y, teniendo en cuenta el órdago chulesco del catalán para
realizarlo unilateral e ilegalmente, cualquier claudicación del Gobierno
español generaría en la ciudadanía más confusión sobre esta escalada
soberanista que, a las pruebas me remito, se ha convertido en un desmadre
intolerable. Si hasta hoy los distintos gobiernos españoles toleraron por mero
egoísmo particular todas las tropelías e ilegalidades de los distintos
gobiernos nacionalistas autonómicos, consolidando este desmadre institucional,
ha llegado el momento de decir basta para que cada palo aguante su vela. A las
amenazas ilegales de Mas, Junqueras y compañía, a sus bravuconadas e insultos
al resto de españoles, incluidos los catalanes que no piensan como ellos, sólo
cabe responderles democráticamente, es decir, con la imposición escrupulosa de
la legalidad vigente, incluidas, si fuera preciso, las medidas coercitivas,
como hace cualquier otro estado civilizado y democrático. Ya está bien de que
las chulerías de los independentistas se consideren políticamente correctas,
mientras que enfrentarse a ellas bajo la bandera de la legalidad se considere
lo contrario.
Si Artur
Mas ha decidido “recular” a última hora, bienvenido sea a la democracia y la
libertad. Ni siquiera tiene que renunciar a su objetivo independentista. Sólo
tiene que asegurar que luchará por él democráticamente desde la más estricta
legalidad y, por tanto, no convocará, al no tener competencia para hacerlo, una
consulta ilegal bajo ningún concepto. Engañó cuando, hace unos días, dijo que
no la convocaría “si se niega el Gobierno”, sabiendo que obligadamente éste
tiene que negarse, salvo que, se sitúe en el bando de los ilegales como
Junqueras, socio de Mas, que inmediatamente le contestó que la consulta se
celebrará en 2014 “sí o sí” con una sola pregunta clara sobre la independencia.
Obviamente con quien tiene que romper o negociar Mas, si quiere regresar a la
legalidad y salir del abismo en que se ha metido, es con Junqueras y no con
Rajoy, en vez de plegarse de nuevo, como ha hecho, a las exigencias de ERC afirmando
que no ha reculado “ni un milímetro” ya que “la consulta se hará en 2014 sí o
sí”. Es decir, lo que le exige su socio Junqueras, por lo que ERC celebra que
Mas “haya vuelto al camino de la sensatez”, es decir, de la ilegalidad. Justo
lo que celebraron los socialistas catalanes, pero por todo lo contrario, cuando
Mas, en un momento de lucidez, manifestara que la consulta en 2014 podría ser
aplazada si se negaba el Gobierno. En fin, un desmadre que no hay por dónde
cogerlo y que, desde luego, no se soluciona, tal como dice Rubalcaba, “hablando
en secreto”. Sólo faltaba que, en vez de recular Mas, reculara Rajoy.
Ya es
suficiente que los independentistas catalanes prostituyan la Historia de España
y, por supuesto, de Cataluña, como estado independiente que nunca fue; que se
apropien de personalidades como Colón y Cervantes; que conviertan guerras
civiles de sucesión al trono en guerras de ocupación; que nieguen
colaboraciones de catalanes con el franquismo, reservando tal “honor” al resto
de españoles; que acusen a España, como si no fueran españoles, de robarles;
que impidan la educación en castellano en igualdad con el catalán, siendo ambas
lenguas cooficiales; que, en plena crisis económica y siendo la Cataluña de Mas
una de las que más la padecen, digan que “la España subsidiada vive a costa de
la Cataluña productiva”; que mancillen símbolos españoles (bandera, himno…),
considerando agresores a quienes los defienden; que, al fracaso de Madrid sobre
los JJOO respondan que “sólo Barcelona puede competir con Tokio y Estambul”… y
tantas otras barbaridades que han calado como verdades en muchos ciudadanos por
la pasividad y negligencia de los sucesivos gobiernos españoles ante semejantes
desmanes. Ya es suficiente como para además echar ahora una mano para sacar a
Artur Mas del berenjenal en que se ha metido y ha metido a CiU, sabiendo que,
en todo caso, se trata de una estrategia coyuntural, que no de un
convencimiento sincero, para volver a la deslealtad con el Estado español del
que Cataluña forma parte, con su legalidad democrática y con el gobierno de
turno que lo dirija en el primer momento propicio que se le presente.
Si Mas
es esclavo de Junqueras, si ha llevado al borde del abismo a la coalición entre
CDC y UDC, poniendo contra natura a CiU al pie de los caballos de ERC, y si ha
conducido a los catalanes a la mayor división de la Historia de Cataluña,
sometiéndola a las mayores penurias económicas y las más grandes cotas de
corrupción, ha sido por su manifiesta incompetencia y su soberbia. Que el PP,
en boca de Sánchez-Camacho, le advierta que fijar la consulta es un “escollo
para la negociación”, cuando nada hay que negociar, en vez de exigirle un
escrupuloso respeto a la legalidad vigente, es un insulto a todos los
españoles, incluidos los catalanes no independentistas. No hay otra forma de
finiquitar este desmadre soberanista que, entre otras causas, está haciendo
añicos la “marca España”. Ni siquiera vale la excusa de que se negocia para
“evitar un choque de trenes” cuando uno de ellos circula por la vía correcta y
el otro por un atajo.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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