Por
si a nivel interno de España no tuviésemos suficientes espectáculos bochornosos
con el asunto independentista catalán, Artur Mas decide exportarlos al
extranjero para mayor escarnio del Estado Español. A modo y manera de cualquier
otro jefe de estado, decide viajar a Israel, acompañado por su esposa y por un
amplio séquito de más de 60 personas, entre empresarios, periodistas,
científicos y asistentes personales, que, instalados en un hotel de gran lujo, excede
lo razonable de una comitiva autonómica con objetivos meramente comerciales o
económicos (la competencia de política exterior o relaciones internacionales es
exclusiva del Estado). Acostumbrados ya a estas expediciones diplomáticas de
Mas y, en todo caso, aceptando pulpo como animal de compañía, los españoles
pasamos ya de semejantes alardes, sabiendo que al final, las autoridades
israelíes (como las del resto de países que ha visitado) lo reciben y lo tratan
como lo que realmente es, un presidente autonómico español más, acompañado por
nuestro embajador, como es lo lógico, que ni siquiera es recibido por Netanyahu,
el primer ministro israelí. Pero en el último día de su periplo y durante el
último acto protocolario estalla el escándalo, que. como en otras ocasiones,
aprovechará Mas para vender humo.
En
la foto de protocolo con el presidente Simón Peres, aparecen lógicamente dos
bandera. Y las dos israelíes, curiosamente. Insólito ya que lo normal es que
una de las banderas sea la del país
anfitrión y la otra la del país de la autoridad visitante. Dos versiones al
insólito hecho a cual peor. Mas se niega a posar con la rojigualda y Peres
acepta su postura y, al no disponer (como es normal) de la cuatribarrada (de la
estelada, mejor ni hablar), que ya hubiese sido el colmo, decide colocar una
segunda bandera de Israel (primera versión). La decisión de no colocar la
bandera española la toma Israel por iniciativa propia y sin presión alguna
(segunda versión). El embajador español, allí presente, había reclamado la
presencia de la bandera española. La embajada israelí en Madrid, sin comentar
las razones de semejante irregularidad, aclara que la decisión al respecto
siempre la adopta la parte israelí, una obviedad a medias si no se aclara de
quién parte la iniciativa. Obviamente Artur Mas no solicitó la presencia de la
rojigualda y se desconoce si solicitó la cuatribarrada. Entretanto el
Ministerio de AAEE, que yo sepa, mirando hacia otro lado, al igual que el
Gobierno español hace en todos y cada uno de los desacatos que a nivel interno
comete el Gobierno de la Generalitat. ¿Se imaginan a cualquier otro estado ante
semejante afrenta? Ninguno lo permitiría y, como mínimo, pediría explicaciones
convincentes al embajador que curiosamente, antes del viaje de Mas, sostenía
con criterio que sería tratado como “el presidente autonómico de un país amigo
como España”. El tratamiento que, con bandera española incluida, han recibido
los demás presidentes autonómicos que anteriormente visitaron Israel. Partiendo
de que este tipo de camuflaje diplomático es malo “per se”, si la versión
verdadera del incidente es la primera aún es peor, pero si es la segunda
versión es lamentablemente pésimo.
Tan
pésimo como el callejón sin salida en que el Gobierno de Mas ha metido a
Cataluña sin saber ahora cómo sacarla del mismo. Hace unos días CiU, en un
ataque de lucidez democrática, vota en contra de convocar un referéndum
unilateral en Cataluña, frente a su socio ERC que apoya la moción de la CUP
(los de la zapatilla a Rato) en el Parlament, para hacer la consulta ilegal sin
permiso alguno. Días antes un gesto razonable y por primera vez permitía que el Consejero de Presidencia de
Mas acudiera a la Zarzuela para presentar al Rey el nuevo delegado de la
Generalitat en Madrid, una especie de embajador catalán en la capital de
España, que sólo se entiende desde la esquizofrénica política española. Y
finalmente parece que recurrirá al Parlament para que pida a Rajoy que le
transfiera las competencias de convocar un referéndum, apelando al art. 150.2
de la Constitución y, por tanto, reconociendo implícitamente que no tienen
competencia para convocarlo. Una nueva estrategia para culpar al Gobierno
Central de la lógica negativa que la petición lleva implícita.
Dice
el citado artículo: “El Estado podrá transferir o delegar en las CCAA, mediante
ley orgánica, facultades correspondientes a materia de titularidad estatal que
por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación….”
Pero en su punto 3 dice: ”El Estado podrá dictar leyes que establezcan los
principios necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las CCAA,
aún en el caso de materias atribuidas a la competencia de éstas, cuando así lo
exija el interés general” añadiendo que “Corresponde a las Cortes Generales,
por mayoría absoluta de cada Cámara, la apreciación de esta necesidad”. Por
tanto, al margen del “podrá” y no “tendrá” (por muy acostumbrados que estén los
nacionalistas a arrancar con presiones intolerables competencias que el Estado
jamás debiera haber cedido) y. al margen de otros preceptos constitucionales,
que sería prolijo relatar, como la soberanía nacional en el pueblo español, el
derecho y deber de defender España, el impedimento de privar a cualquier
español de origen de su nacionalidad…..y tantos otros, salvo que se entienda
que transferir competencias para convocar referéndums separatistas es de
naturaleza transferible (150.2) por su obvio interés general y su consideración
como tal por mayoría absoluta de las Cortes Generales (150.3), la respuesta de
Rajoy, en este caso, es obviamente negativa, ya que, como ven, incluso debiera
hacer todo lo contrario en otras materias ya transferidas. En definitiva, una
falacia más del esquizofrénico independentismo.
Fdo. Jorge Cremades Sena
No hay comentarios:
Publicar un comentario