¿Qué
sucedería si un partido de ámbito español dijese que Cataluña le está robando a
España, que está contra España o que quiere liquidar a España? ¿Qué, si ese
partido fuese el partido gobernante en España? ¿Qué, si fuese el mismísimo
gobierno español? Con absoluta certeza, en el primer caso, el partido sería
tildado de catalanofobia y enemigo de Cataluña (amén de fascista, opresor, etc);
en el segundo caso, además de lo anterior, se le tacharía de irresponsable e
indigno de sostener tan alta institución de gobierno; y, en el tercer caso,
además se le declararía ilegítimo directamente y, por tanto, susceptible de no
ser obedecidas sus decisiones. Pues bien, sin que nada de esto suceda, sino,
curiosamente, todo lo contrario (son algunos partidos de ámbito catalán quienes
dicen que España roba a Cataluña, que España está contra Cataluña y que quiere
liquidar a Cataluña, entre ellos el que gobierna en Cataluña y, por ende, su
propio gobierno con Mas a la cabeza), se da la paradoja de que en España, según
estos sujetos, hay una extendida e insoportable catalanofobia, que hace
imposible la convivencia de los catalanes con el resto de españoles, y no hay
hispanofobia desde Cataluña ya que, según manifiesta el mismísimo Tardá en 24
horas (tesis de ERC y sus aliados), cualquier manifestación de hispanofobia
desde Cataluña no es de carácter general y obedece a grupos aislados y
puntuales. La catalanofobia española, obviamente, es generalizada.
Ya
ven, un mundo al revés que, sin escrúpulo alguno, estos sujetos repiten y
repiten de forma chulesca, convencidos de que sus alucinantes visiones de una
realidad inexistente les conducirán a un irreal futuro que venden como real,
basado en la prostitución de la historia. Mientras el citado Tardá expresaba en
TV su deseo de hacer bien la ilegal consulta y a la pregunta “¿y si no?”,
responde que entonces la harán mal, el portavoz de la Generalitat, inaugurando
un simposio oficial titulado “España contra Cataluña” (ya conocido en los
medios como el simposio del odio), no tiene reparo alguno en atizar a España
aseverando que “los imperialistas españoles quieren liquidar a Cataluña”. Si
Rajoy, como es su deber, o el Parlamento español, desautorizan la convocatoria
del referéndum, ya se sabe de antemano quiénes son los culpables: los
indecentes imperialistas españoles. Como de antemano se sabe el resultado de
ese simposio, según ellos, científico, sobre las relaciones en los últimos tres
siglos entre España y Cataluña (como si fueran entes ajenos paritarios), que ya
desde su título delata su carácter propagandístico y panfletario. El garante de
tan imparcial y noble tarea científica es Jaume Sobrequés, recalcitrante
independentista, provocando que hasta Tardá diga que hubiera sido mejor poner
en el título al menos una interrogación. Hubiese disimulado su marcado
sectarismo. Y con semejantes propósitos se pretende elaborar una especie de
catálogo de agravios basados en el BOE, omitiendo que no sólo de Cataluña, sino
de cualquier otra autonomía, provincia o pueblo, se podría elaborar una lista
parecida de agravios y otra de todo lo contrario, sin que ello suponga un trato
discriminatorio, sino, simplemente, unas carencias por los recursos limitados
del Estado que, en el caso catalán, no sería la zona más perjudicada ni
siquiera en los deplorables momentos (que son la mayoría desgraciadamente) en
que España no gozaba de libertades democráticas. ¡Qué tendría que decir
Extremadura, Galicia o Andalucía!
Pues
bien, en este contexto de agresiones y de hispanofobia por parte de los
independentistas catalanes, por fin Artur Mas que, según Tardá, está donde está
porque le ha obligado la ciudadanía, ha pactado con ERC, ICV-EUIA y la CUP la
fecha del referéndum (el nueve de noviembre de 2014) y una doble pregunta:
“¿Quiere usted que Cataluña sea un Estado?” y, en caso afirmativo, “¿quiere que
sea independiente?”. Las respuestas no se han hecho esperar: Rajoy, “no se
celebrará” al ser “radicalmente contraria” a la Constitución; Rubalcaba, acusando
a Mas de llevar a Cataluña “a un callejón sin salida” ya que “no tiene marco
legal ni cabe en la Constitución”; Rosa Díez, diciendo que están haciendo “el
ridículo más espantoso”. . . y así sucesivamente por el resto de líderes
democráticos y, como tales, respetuosos con la Constitución, mientras que desde
la UE, el mismísimo Van Rompuy advierte que “si un territorio de un estado
miembro se separa, será un tercer país respecto a la UE y en él no se
aplicarían los tratados europeos”. Más claro, el agua, por más que un panfleto,
distribuido por Artur Mas, diga todo lo contrario para hacer creer a los
catalanes en su tramposa entelequia. El desafío sigue adelante, junto al engaño
y las mentiras. En esta especie de afianzar el odio a lo español, cabe todo. Es
más, desde el más rancio independentismo, un reto chulesco, ¡que se atreva
Rajoy a aplicar la intervención de la autonomía! Un agravio más a incluir en la
lista de Sobrequés.
Y
lo grave no es la reivindicación nacionalista o independentista. Cada loco
tiene todo el derecho a expresar lo que considere oportuno y a reivindicarlo,
siempre que no atente contra la dignidad humana. Lo grave es que la locura se
dirija desde las instituciones democráticas, gracias a los recursos de todos
los españoles a los que quieren liquidar mediante una indecente hispanofobia,
típica de mentes totalitarias y antidemocráticas, aprovechando la posición
prevalente que todos los españoles, incluidos los catalanes, les concedimos en
las urnas para que fomentasen precisamente todo lo contrario.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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