Acabado
definitivamente el debate sobre el estado de la nación con la aprobación de
veintidós resoluciones (las trece del PP y otras nueve pactadas con distintas
fuerzas políticas) entre las ciento tres propuestas votadas, conviene hacer una
valoración crítica de todo lo acaecido en el desarrollo del mismo que, a mi
juicio, es manifiestamente mejorable. Y lo es desde el momento en que Rajoy,
para justificar la validez de su política económica, decide analizar
retrospectivamente la realidad española para avalar, comparando los datos
actuales con los de hace un año, el cambio de tendencia producido,
especialmente en muchas variables macroeconómicas, que permiten albergar una
cierta esperanza en el futuro, mientras que la oposición, comenzando por
Rubalcaba y acabando con los de menor representatividad parlamentaria, decide
apostar por la imagen fija de la todavía deplorable realidad actual para
adjudicar al Gobierno toda la responsabilidad de la misma, eludiendo la propia
y omitiendo cualquier propuesta alternativa de mejora.
Con
tales mimbres se elabora el cesto de un debate inocuo que, a lo sumo, sólo es
útil para dar cierta satisfacción a las clientelas ideológicas de unos y otros,
cuando el objetivo debiera ser un análisis profundo de la realidad pasada y
presente en base a la tendencia positiva o negativa de cara al futuro que se
esté dando como consecuencia de las políticas concretas que al efecto se vienen
practicando. Es la única forma de seguir apoyando y mejorando aquellas que se
consideren positivas, así como de rechazar y ofrecer nuevas alternativas a
aquellas que se consideren negativas para obtener los objetivos deseados. Es la
esencia de un debate en serio sobre la realidad actual, sus causas y las
recetas para mejorarla, frente, como es el caso, a una sucesión de monólogos
electoralistas que, ni siquiera tratan de la misma temática. Mientras el
Gobierno se refiere al dinamismo variable de la tendencia, la oposición lo hace
sobre la foto fija y estática en blanco y negro de una realidad dramática sin
duda surgida por generación espontánea, dándose al final una especie de diálogo
de sordos con la única finalidad de la autocomplacencia.
Tan
verdad es, por ejemplo, que hace un año seguía creciendo el paro, como que hoy
se ha detenido la hemorragia aunque sea tímidamente; que hay más de cinco
millones de parados, como que tres millones y medio de ellos perdieran el
empleo durante el gobierno de ZP; que hace un año se estaba en recesión, como
que hoy se está ante un tímido crecimiento; que se estaba al borde de un rescate
generalizado al estilo de Grecia, como que hoy se está fuera de duda de que
ello vaya a suceder… y así sucesivamente en toda una serie de variables que
evidencian un cambio real de tendencia positiva, pero a la vez, que la realidad
actual sigue siendo dramática para la inmensa mayoría de los trabajadores.
Minimizar o maximizar cualquiera de las dos verdades por separado con intención
de obtener rédito político partidista es una manifiesta irresponsabilidad en un
debate sobre el estado de la nación y las posibles medidas a tomar para
mejorarlo en el futuro. Sólo sabiendo y asumiendo globalmente dónde estábamos
hace un año, de dónde veníamos, qué políticas nos condujeron a aquella
situación catastrófica, qué cambios concretos se han producido desde entonces y
qué políticas se han aplicado para conseguirlos, se puede mejorar la situación
actual que es lo que, en definitiva, esperan los españoles. Y nada de eso se ha
hecho en el debate.
Rajoy,
aunque adjudicándole el éxito al sacrificio de todos los españoles, se quedó en
el relato de los positivos cambios de tendencia, olvidando que la realidad
social en España sigue siendo dramática y generando una sensación de optimismo
inapropiado. Rubalcaba, se quedó en la descripción de los sufrimientos de la
gente, culpando al presidente de los mismos y olvidando la insostenibilidad
manifiesta del ficticio estado del bienestar que dejó en herencia el gobierno
socialista. El resto de portavoces de la oposición, coincidiendo con Rubalcaba
en adjudicar todos los males a la política del gobierno de Rajoy y en la
ausencia de ofrecer propuestas alternativas para mejorarlas, se quedaron en el
discurso mitinero ideologizado, añadiéndole en su caso el tema de política
sectorial que les caracteriza. El anuncio por parte de Rajoy de algunas medidas
para incentivar el empleo y de algunas reformas pendientes, indiscutidas por la
oposición, completan el debate sin debatir absolutamente nada.
Instalado
cada cual en su particular mundo de intereses políticos partidistas se
olvidaron del interés general que debiera regir su toma de decisiones. Tal vez
por ello la pregunta de Rubalcaba “¿En qué país vive, presidente?” quedó sin
respuesta cuando lo previsible era contestar algo así como “en un país al borde
de la quiebra que nos dejó un gobierno en el que usted era ministro importante
que necesita ahora el concurso de todos para sacarlo del atolladero”. Obviamente es público y notorio que no todos
están por la labor.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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