Tras
el más que merecido homenaje a las víctimas en los actos de conmemoración al
cumplirse el décimo aniversario del atentado terrorista del 11-M, el más
repugnante y mezquino de todos los sufridos en España, que no han sido pocos,
es inevitable retrotraerse no sólo a aquel fatídico 11 de marzo de 2004, sino
también a los indecentes comportamientos de nuestros políticos que, comenzando
aquella misma tarde, en días sucesivos, especialmente hasta el día 14, fecha de
las elecciones generales, nos ofrecieron las páginas más negras de cómo hacer
política con minúsculas, a la que, tantas veces, nos tienen acostumbrados. Los
españoles, especialmente los familiares y amigos de las víctimas, conmocionados
por la barbarie salvaje de tan cruel matanza, no sólo tuvimos que soportar el
inmenso dolor ante tan trágicos acontecimientos, sino además el inmenso asco
ante el uso político de los mismos por parte del gobierno y de la oposición,
origen, para muchos, del descrédito posterior de la política en España, dando
la sensación de que en aquellos días lo que realmente importaba era rebañar
unos cuantos votos con todo tipo de estratagemas hacia una ciudadanía
conmocionada por el horror. No extraña que ni Aznar ni Zapatero, máximos
exponentes entonces del gobierno y la oposición, hayan asistido al funeral de
Estado que se ha celebrado; al parecer, ni han sido invitados.
Si
casi tres años antes el trágico atentado del 11-S en EEUU había unido más que
nunca a demócratas y republicanos, demostrando al mundo entero cómo han de
tratarse en democracia los asuntos de Estado ante amenazas violentas
totalitarias, en España el 11-M, salvo en el inmenso dolor causado a los
ciudadanos como en EEUU, supuso todo lo contrario. Los populares en el Gobierno
y los socialistas en la oposición, junto al resto de la misma, se dedicaron
desde el primer instante a la caza del voto que, a todas luces, pasaba, según
las circunstancias políticas del momento, por la autoría del atentado. Si era ETA
el PP se garantizaba de sobra la mayoría que casi todas las encuestas le daban;
si eran los islamistas el PSOE tenía la posibilidad de darle la vuelta a la
tortilla. Y por ello, desde el principio, mientras se recogían los cadáveres y
los heridos eran trasladados a distintos hospitales, se desencadena una lucha
política indecente para hacer valer públicamente una u otra de las versiones.
Si el gobierno de Aznar se apresuró en señalar a los etarras, la oposición de
Zapatero, nada más conocer los primeros indicios de que podrían ser los
islamistas, se apresuró en acusar al gobierno de mentir. Cada quién a lo suyo
ante la inminencia de unas elecciones, cuya jornada de reflexión comenzaba,
aunque lo menos importante, como ven, era reflexionar.
Tras
aquel rifirrafe público cada vez más intenso entre Gobierno y oposición, se
llega inevitablemente a la caótica jornada de reflexión que, con las sedes del
PP asediadas por miles de personas, convocadas por las redes sociales no se
sabe bien por quién, nos asemejaba a una república bananera. La acusación al
Gobierno de mentiroso anuló cualquier versión de éste de haber errado en su
apreciación. El resultado electoral es sobradamente conocido, el PSOE, aunque
sin mayoría absoluta, gana las elecciones dando paso a la conocida como “era de
Zapatero”. Una posterior instrucción para esclarecer los hechos, indudablemente
deficiente, llena de especulaciones interesadas por parte de unos y de otros,
va dando cuerpo, hasta hoy mismo, a una teoría “conspiranoica” incluso después
de la sentencia, cuya “verdad judicial” no satisface a buena parte de la
población que exige seguir investigando determinados asuntos, especialmente
sobre los autores intelectuales del atentado.
Es
la consecuencia lógica de una mezquindad política manifiesta en la que
prevalece el legítimo interés partidario electoral sobre todas las cosas,
cuando hay asuntos que permanentemente debieran estar muy por encima de él. Por
ello en EEUU se esclarecieron pronto y bien los trágicos sucesos del 11-S,
restañando las heridas del dolor compartido por todos, y aquí estamos todavía
hurgando en ellas de forma indecente, dividiendo no sólo a la sociedad en su
conjunto, sino incluso a las mismísimas víctimas directas, quienes, al parecer,
en este décimo aniversario se disponen a iniciar una andadura diferente sobre
la versión de los hechos. No hubiera estado de más que algunos, tanto políticos
como periodistas, hubiesen entonado ante la opinión pública y ante las víctimas
en especial su “mea culpa” por sus inadecuados comportamientos ante hechos tan
lamentables. Desgraciadamente algunos han preferido seguir echando leña al
fuego, aunque cada vez sean menos. Basta escuchar algunas de las tertulias
televisivas emitidas en estos días para constatar el nivel de crispación entre
los tertulianos, su ceguera intencionada de los errores de sus respectivos
correligionarios y su mezquino interés en hacer prevaler sus intereses
partidarios por encima del interés general. Lamentablemente durante estos diez
largos años de dolor y angustia, algunos han aprendido bien poco, dando la
sensación de que estarían dispuestos a repetir, en circunstancias similares,
los mismos errores de antaño simplemente por un puñado de votos.
Fdo. Jorge Cremades Sena
No hay comentarios:
Publicar un comentario