miércoles, 9 de abril de 2014

INCOMPARECENCIA DE MAS Y DE JUNQUERAS

                        En el Sancta Sanctorum de la soberanía nacional y, por tanto, de la Democracia con mayúsculas, se ha debatido ampliamente, como debe ser, la toma en consideración de la proposición del Parlament de Catalunya para que el Congreso de los Diputados le ceda la competencia estatal de convocar un referéndum en Cataluña en el sentido de que los catalanes decidan su propio destino, incluida la independencia de Cataluña. La respuesta democrática, como era de esperar, ha sido contundente: 299 votos en contra, 47 a favor y 1 abstención.
Pero lo insólito es que ni Artur Mas ni su socio Oriol Junqueras, principales valedores y promotores de tan interesante iniciativa, han comparecido en el Congreso para defenderla e ilustrarnos con las poderosas razones y argumentos que avalan su propuesta y han enviado al efecto a tres representantes de la Cámara autonómica para que carguen con el “marrón” de defender lo indefendible en sede parlamentaria. Es cínico además que, nada más finalizar el debate, el propio Mas diga públicamente que “es una oportunidad perdida pero el camino continúa” cuando ha sido él y su socio quienes han perdido la oportunidad de dar la cara donde hay que darla, en vez de escaquearse para evitar el riesgo personal de hacer el ridículo y quedar políticamente en entredicho como demócratas. ¿Qué camino continúa? ¿El de la ilegalidad? Si así es ¡para qué solicitan al Congreso la cesión de la competencia, reconociendo implícitamente que no la tienen! Es más, ni siquiera la tiene el Congreso y, menos aún, el Gobierno. ¿Por qué amparan su ilegalidad exigiendo a otros la comisión de un acto ilegal? Y lo fundamental, ¿acatarán la decisión democrática de la instancia a que han recurrido? Así debiera ser en quienes por activa y pasiva mantienen que la democracia consiste en votar. Curiosamente se ha votado y, además, en el lugar adecuado y con arreglo a lo establecido.
Como era de esperar, bien porque los suplentes no están a la altura, bien porque no se trata de alturas sino de falta de argumentos, han bastado las intervenciones bien documentadas y con argumentos concretos de Rajoy, Rubalcaba y Rosa Díez para desmontar de un plumazo las elucubraciones genéricas y teóricas con que los suplentes, con mayor o menor acierto, han hilvanado sus respectivos discursos. Sus apelaciones vagas a la democracia, la capacidad de decisión y la voluntad política, quedaron anuladas frente a la apelación concreta de que la democracia requiere el imperio de la ley; la capacidad de decisión exige ser titular de la soberanía; y la voluntad política, dentro de las reglas de juego, nunca es unidireccional, siendo válida cualquiera de ellas y la contraria.
            Un “no” rotundo a la iniciativa del Parlament porque la Constitución impide delegar competencias indelegables; porque los asuntos que afectan a todos los españoles por igual son competencia exclusiva del Gobierno; porque lo contrario supondría la autoliquidación del Estado; porque la parte no puede elegir por el todo; porque pretende una soberanía inexistente; porque ni la competencia pretendida es transferible, ni el propósito es aceptable; porque los derechos fundamentales de los españoles son inviolables, incluso para las Cortes, aunque lo solicitasen los afectados directamente, pues se situarían por encima de ellos; porque ningún gobierno, por mayoritario que sea, tiene poder absoluto, ni está por encima de la legalidad….. Y así otras tantas razones más basadas en la ilegalidad de la petición autonómica, y, en definitiva, en el sentido común.   
            Un “no” rotundo al torticero desprestigio de la Constitución, sus principios y a las instituciones con fines políticos porque los tribunales, entre ellos el TC, están para que nadie rebase los límites de la legalidad arbitrando las discrepancias; porque, como todas las constituciones, nuestra Constitución protege la soberanía nacional; porque, salvo que se cambie, sin saltarse las reglas al efecto, su vigencia es inapelable e indiscutible; porque no vale eludirla apelando al pasado ya que cada Constitución anula a las anteriores y por ello se las vota en referéndum; porque, justo por ello, nadie impone nada a nadie… Y así algunas otras razones más basadas en el Derecho comparado y, en definitiva, en el sentido común.
            Y un “no” rotundo a las mentiras y medias verdades utilizadas con fines proselitistas porque la culpa de lo que sucede en Cataluña no es de España; porque no hay ninguna opresión, ni se persigue la lengua, ni la cultura; porque no hay trato discriminatorio, ni se impide el desarrollo económico; porque es mentira que si un territorio quiere se va y se lleva la parte del territorio; porque es incomparable Cataluña a Escocia, que, con supuestos históricos y constitucionales distintos y más favorables, ya quisiera tener las mismas competencias; porque la verdad es que Cataluña y España tienen siglos de historia en común; porque jamás Cataluña tuvo más autogobierno que en la actualidad, gracias a la Constitución; porque no sólo hay que vender las hipotéticas ventajas de una hipotética independencia catalana, sino también los inconvenientes económicos y de integración internacional al quedar fuera de los organismos suscritos por España, entre ellos la UE; y, en definitiva, porque hay una puerta abierta a cualquier proyecto político, incluso el independentista, que consiste en iniciar los trámites para una reforma constitucional y, como para el resto de proyectos, conseguir los apoyos necesarios para convertirlo en cualificadamente mayoritario para la mayoría del pueblo soberano español, incluidos los catalanes.
            En consecuencia, un “no” rotundo al totalitarismo, a la irresponsabilidad, a la deslealtad, a la mentira, a la hipocresía y a la irracionalidad que ni Mas, ni Junqueras se han atrevido a defender personalmente en sede parlamentaria. Lo suyo es hacerlo en la patria chica.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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