Al
margen de especulaciones de unos u otros, cada una con cierta lógica, lo cierto
es que el PSOE, que no levanta cabeza, es incapaz de relevar con normalidad a
su cúpula directiva. Y no será porque no ha tenido tiempo de preparar un relevo
que todos, menos ellos, veíamos urgente y necesario desde hace años. Incluso
algunos, así lo hemos dicho públicamente desde hace tiempo. Pero, instalados en
su peculiar maraña de intereses personales o de grupúsculos internos, de
acomodos familiares a través de inútiles refriegas, de estrategias demagógicas
para mantenerse en los menguantes cargos, de ocurrencias y despropósitos para
disimular la ausencia de un verdadero proyecto alternativo, de incoherencias
inadmisibles para eludir el fiasco de su gestión gubernamental…y de tantas y
tantas otras cuestiones, que les han llevado al mayor descrédito de toda su
historia, son incapaces incluso, aunque sólo sea por razones de imagen, de
evitar el enésimo espectáculo público cuando obligadamente han de buscar
sustituto a Rubalcaba, tras su dimisión a medias, voluntaria o forzada, como
Secretario General.
Al
final, lo que debiera ser un proceso normal se convierte, una vez más, en un nuevo
capítulo a favor del descrédito progresivo ante la ciudadanía. Una nueva
ceremonia de la confusión de nulo interés general salvo el asombro
generalizado. Ni es cuestión de hacer un desfile público de modelos con los
presuntos candidatos, ni de autos de fe a favor de unos u otros, ni de concursos
de méritos sobre sus respectivas dosis de convencimiento democrático, ni de
alegatos de sus exigencias previas para presentarse según los procedimientos
que se utilicen, ni de debates sobre cuál de ellos es el más democrático, ni
tantos y tantos otros asuntos baladíes que sólo buscan situar a unos u otros en
el mejor lugar de partida. Es cuestión, simplemente, de aplicar estrictamente
los Estatutos, las reglas de juego establecidas, que es lo estricta y verdaderamente
democrático, frente a la búsqueda coyuntural de procedimientos a la carta para
la ocasión, que satisfagan los intereses o deseos de unos u otros, quienes,
incluso, se permiten el lujo de condicionar su presentación de candidatura a la
imposición del procedimiento que previamente haya elegido. Hacer un falso
debate público sobre las esencias democráticas de unos u otros, según pidan
congreso extraordinario, primarias (abiertas o cerradas), con un candidato como
en Andalucía o con varios, con voto directo asambleario o representativo, etc,
etc. es una burla, la enésima, no sólo a los militantes sino a todos los
ciudadanos.
Y,
dicho lo anterior, ¿qué establecen los Estatutos como garantía democrática de
seguridad jurídica para todos los militantes emanada del último Congreso y
vigentes hasta el siguiente? Salvo que mi memoria me traicione, después de
tantos años sin militar en el partido, o hayan sido modificados
sustancialmente, una Ejecutiva cesa en sus funciones antes de finalizar su
mandato congresual si dimite su Secretario General (caso de Rubalcaba o Patxi
López) o si dimite la mitad más uno de sus miembros (caso de la ejecutiva de
Castilla y León a instancias de Oscar López). Una vez cesada por cualquiera de
las citadas circunstancias, es obligado que el Comité Federal, máximo órgano
entre Congresos, nombre una Gestora con el expreso mandato de convocar un
Congreso Extraordinario que restablezca de nuevo la normalidad dirigente del
Partido, es decir, el nombramiento de una nueva Ejecutiva. Así de simple, así
de sencillo y así de democrático. Así lo ha entendido Villarrubia, el
Secretario castellano-leonés, pero no lo entienden así ni Rubalcaba, ni Patxi
López, que se van pero no del todo, posponiendo su dimisión real al pertinente
Congreso Extraordinario en cada uno de sus ámbitos territoriales y, por tanto,
permaneciendo hasta entonces en calidad de secretarios en funciones o interinos
que en ningún caso, que yo sepa, contemplan los Estatutos. Por ello, muchos
socialistas sostienen que el problema es que para poner en marcha los
mecanismos de elección de Secretario General lo primero que hay que hacer es
que esté vacante la plaza, entendiendo que los dimisionarios a plazos, se
quedan para medrar, prostituyendo así el proceso democrático, sea cual fuere,
de elección de Secretario General tan meridianamente establecido
estatutariamente.
Algunos,
como Barreda, se lamentan con razón de que “no se puede dimitir y no dimitir;
ni saltarse los estatutos”, aunque añade que la “mejor respuesta” tiene que ser
“abierta, participativa y democrática”, es decir, unas primarias.
¿Contradicción de Barreda? Si, como dice Chacón, que también las pide, así lo estableció
el Congreso de Sevilla, ninguna contradicción. Pero, ¿dónde está entonces el
problema? Me temo que son tantos los parches y componendas de estos últimos
tiempos para salir del paso en cada momento, que ni siquiera han sido capaces
de clarificar los mecanismos de funcionamiento interno al respecto. Sólo así se
puede entender esta nueva maraña, esta ceremonia de la confusión para propios y
extraños, entre partidarios y detractores de congreso extraordinario o
primarias abiertas, que probablemente desemboque en un nuevo parche
circunstancial, como es una especie de congreso abierto, un híbrido insólito
entre los clásicos congresos y las novedosas primarias. El asunto pues está en
saber si dicho experimento es legal y democrático estatutariamente hablando.
Para muchos barones y viejos socialistas no es cuestión de inventarse historias
que parezcan más o menos democráticas, pues lo democrático de verdad es aplicar
la legalidad interna de funcionamiento, como siempre se hizo, y, si no gusta,
modificarla en el necesario Congreso Extraordinario, que algunos pretenden
puentear. Basta pues que el Secretario de Organización en funciones, minutos
antes de irse para nombrar la Gestora, lea los Estatutos para que se proceda en
consecuencia y, ya de paso, recuerde que, más importante aún es que los
aspirantes a Secretario General, aporten su proyecto político diferenciador, no
vaya a ser que, una vez, más, como parece, todo se reduzca a una lucha personal
por liderar el único proyecto, es decir, la nada.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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