Apenas
iniciados los primeros balbuceos de Podemos como partido político, y al margen
del nombre que se le quiera dar, surgen, como es lógico, los primeros problemas
organizativos que, en definitiva, con los eufemismos que se quiera, están
detrás del reparto y control del poder, aspiración congénita del hombre como
ser social, mediante el establecimiento de cauces de participación en la toma
de decisiones y en la ejecución de las mismas. Ni más ni menos que lo que hace
el resto de partidos, con mayor o menor acierto y con mayor o menor calidad
democrática interna. Hasta aquí, nada esencialmente novedoso en la
transmutación de la iniciativa Podemos, surgida del movimiento ciudadano
radical, en partido político. Lo novedoso es el empeño de sus líderes, de sus
dirigentes, que ya los tiene como los demás partidos, en presentar Podemos como
un ente radicalmente distinto, surgido por generación espontánea como panacea
de la totalidad de los problemas ciudadanos. Y, claro, ante semejante
irrealismo demagógico, apenas sostenible en el plano teórico, se impone la
cruda e imperfecta realidad desde el instante mismo del aterrizaje en el
terreno de lo práctico.
Justo
en el primer encuentro para organizar la asamblea constituyente del futuro
partido aparecen ya discrepancias importantes entre Izquierda Anticapitalista
(un partido integrado en Podemos desde su creación) y el equipo promotor (Iglesias,
Errejón, Monedero y compañía). Mientras IA apuesta por dar más poder en la toma
de decisiones a los “círculos Podemos” (léase los militantes), para “no caer en
una democracia plebiscitaria”, el equipo promotor (léase la ejecutiva) apuesta
por ampliar dicho poder a la ciudadanía. Según Errejón, jefe de campaña de
Podemos, “el debate se centra en encontrar el
punto que permita el equilibrio entre las dos posibilidades abiertas en este
momento: que las decisiones fundamentales se tomen por delegados de los
círculos en una especie de asamblea de delegados (léase Congreso) o que…. las
decisiones más importantes sigan abiertas a la ciudadanía mediante diferentes
herramientas de participación” (léase primarias). Y, digo yo, si cambiamos los
términos por los de los paréntesis ¿qué diferencia sustancial hay con la
polémica actual en el seno del PSOE sobre congreso y primarias abiertas o
cerradas? Al final todo se reduce a una cuestión semántica para que la milonga
suene mejor y en las formas parezca distinta, pues en el fondo, hablamos de lo
mismo.
Por
tanto no hay problemas específicos en Podemos, sino los problemas comunes del
resto de organizaciones políticas de las que, según Iglesias, surgen luego las
“castas” que nos gobiernan. El problema por tanto de Podemos es, de entrada,
explicar a sus propios militantes (imagínense al resto de la ciudadanía) por
qué presenta “un equipo de trabajo cerrado”, con él mismo incluido, para
organizar la asamblea constituyente del partido, tras haber hecho un canto
celestial a la igualdad y a la democracia directa sin ningún tipo de ventajas.
Es decir, un canto a lo imposible. El problema es explicar por qué en Podemos
una lista cerrada con “personas de su confianza” es buena, mientras en los
demás partidos es perversa y antidemocrática; por qué al ganar su lista con
casi el 90% de la militancia frente a la elaborada por militantes sin influencia
alguna es democracia perfecta y las que ganan las “castas” de los demás
partidos son pucherazos antidemocráticos; por qué la controversia surgida en el
seno de Podemos es positiva “discusión abierta” enriquecedora de la democracia
interna, y las controversias en otros partidos son luchas indecentes por el
poder; por qué las salidas de tono y los insultos de Iglesias a los poderes
democráticamente establecidos son críticas razonables y las que le hacen a él
son “ataques” intolerables; y, entre otros tantos porqués, en definitiva, por
qué los dirigentes de los demás partidos son “castas” indeseables que sólo
buscan satisfacer sus indecentes intereses particulares, mientras quienes
dirigen Podemos son salvadores de la patria que sólo actúan sacrificándose por
el bien del pueblo.
Es
lógico que trasladando dichos porqués de la razón a la fe ciega, cualquier
mención a comportamientos pasados o cualquier crítica más o menos despiadada al
actual proceder de semejantes “gurúes” de la verdad absoluta, sea considerada
intolerable como ataque maquiavélico de las fuerzas del mal. Cualquier
actuación pasada o presente poco decorosa tiene una especial justificación
ajena a su voluntad e impuesta, mientras la misma actuación en los demás es consecuencia
de su voluntaria y perversa intención. Es la ortodoxia interpretativa impuesta,
desde las imágenes de Iglesias con el Príncipe y Blesa, hasta su peculiar
acatamiento de la Constitución el otro día, pasando por su colaboración con el
chavismo venezolano, que le critica por “negar ahora cualquier colaboración con
el régimen bolivariano”, su movida para reventar conferencias, como la de Rosa
Díaz, que niega a pesar de las imágenes, y tantas y tantas declaraciones y
actitudes que demuestran su talante intransigente y antidemocrático, aparecidas
en los medios de comunicación. El colofón, acompañando al coro del cinismo de
las inmaculadas esencias políticas, su promesa de acatamiento: “Acato la
Constitución hasta que la ciudadanía la cambie”. Esperemos que no esté diciendo
que, en caso de ser cambiada, ya no la acatará y se echará al monte
definitivamente. Si es así, mejor no hacer mudanzas. Personajes como Pablo
Iglesias y sus colegas siempre es mejor que estén dentro del sistemas de
“castas”, aunque ellos, como dogma de fe, no pertenezcan a ellas.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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