Durante
este fin de semana celebra Podemos su Congreso Constituyente como partido
político, llegándole así la hora de la verdad al tener que definir claramente
ante la ciudadanía en qué consiste su proyecto político, como el resto de
formaciones políticas, y cuál será su modelo de partido. Aunque el resultado
final no se conocerá hasta dentro de siete días, plazo dado a las bases para
que voten por internet las propuestas de esta asamblea, que reúne en Madrid a
unos siete mil seguidores, genera gran interés conocer a fondo ese genuino
modelo, vendido como representativo indiscutible de las esencias más
democráticas y sustancialmente distinto del que tienen los partidos clásicos, a
los que Pablo Iglesias tilda como decadentes y representantes de la “casta”. Así
sabremos si, como dicen sus líderes autoproclamados, estamos ante un proyecto
novedoso, que pretende revolucionar la forma clásica de hacer política en
democracia y libertad, o, por el contrario, como decimos algunos, asistimos a
un proyecto ideológico más dentro del sistema que, obviamente con total
legitimidad, pretende abrirse camino entre el electorado, como ya hicieron, con
mayor o menor fortuna, todos y cada uno de los surgidos hasta la fecha, con
promesas programáticas, más o menos atractivas y, sobre todo, más o menos
creíbles, viables o utópicas. Si de momento, sólo sabemos que su objetivo es
participar dentro del sistema, no para mejorarlo, sino para destruirlo (también
otros lo pretenden), aunque, obviamente, disfrutando entretanto de las ventajas
que les aporta (entre ellas los sueldazos de los escasos cargos públicos que
hasta ahora detentan), a partir de ahora, conoceremos con todo lujo de detalles
su verdadero rostro. Es justo esto lo más positivo para nuestro panorama
político.
Ya
de entrada, desde el comienzo del Congreso Constituyente, sabemos que sobre la
mesa hay dos cuestiones sustanciales en discusión, el modelo de organización y
el plan de acudir o no a las municipales. De un lado Pablo Iglesias y su
círculo más íntimo (Errejón, Monedero, Alegre, Bescansa…), partidarios de no
acudir con sus siglas a las municipales sino camuflados, defienden un modelo
unipersonal, es decir, un líder (secretario general) y una cúpula “para
asegurar coherencia y unidad”, en definitiva, un liderazgo fuerte ejercido por
un Secretario General y rodeado de otros portavoces. De otro lado Pablo
Echenique, sus compañeras en el Parlamento Europeo, Teresa Rodríguez y Lola
Sánchez, así como Izquierda Anticapitalista, partidarios de comparecer en las
municipales, defienden un modelo de dirección colegiado, una especie de
triunvirato con capacidad ejecutiva, para defender “la pluralidad de puntos de
vista a todos los niveles”. En el fondo, de lo que se trata es de diseñar el
control político de Podemos y la mejor forma de hacerlo operativo y eficaz como
partido político. En definitiva, con los maquillajes que se quiera, por lo
mismo que se lucha en el resto de partidos, generando obviamente una lucha por
el poder, aunque ya sabemos que en los demás partidos sería una indecente lucha
por el poder y en Podemos un loable debate enriquecedor y plural.
Pablo
Iglesias, cuyo modelo es más parecido al de los demás partidos que el de Echenique
con su “triunvirato”, ha dejado bien claro que, si su propuesta “integral” de
modelo y equipo para consolidarlo no logra el respaldo necesario, “sería
lógico” que el proyecto lo encabezaran los responsables del modelo ganador. Y
lleva razón. Ya Felipe González, hizo lo propio con el asunto del “marxismo”
frente a quienes pretendían imponerle su modelo para que él lo liderara. Como
los socialistas en aquel histórico Congreso extraordinario, los podemistas
(desconocemos su ideología, que ocultan intencionadamente) tendrán que mojarse
ahora al respecto. Luis Alegre lo tiene bien claro: “si no nos apoyan, tendrá
que liderar Podemos otro”. La última palabra, al igual que los delegados socialistas
en aquel congreso extraordinario, la tienen los 130.000 simpatizantes que se
han inscrito para votar hasta el día 27 a través de las redes sociales (novedad
sin duda esta votación tecnologizada y no instantánea y directa en una
democracia asamblearia, aunque Artur Mas haga lo propio pero con cajas de
cartón).
Como ven, salvo
estas innovaciones procedimentales, nada nuevo bajo el Sol. Bueno, sí, aparte
de los eufemismos para que los conceptos desprestigiados suenen mejor y
parezcan otra cosa, es novedosa la apoteósica entrada de Pablo Iglesias al
Congreso Constituyente (perdón, según su lenguaje, el primer encuentro
presencial de la Asamblea Ciudadana Sí Se Puede), acompañado de seis
guardaespaldas (el jefe, aunque no sea “casta”, es jefe), para proclamar ante
los miles de militantes (mejor asistentes o simpatizantes), enfervorizados, que
es el único líder capaz de ganar las elecciones al PP y al PSOE (de los demás,
ni mu, se ve que ya los da por derrotados) y, parafraseando a Carlos Marx, afirmar
rotundo que “el cielo no se toma por consenso, sino por asalto”. Es obvio que
España ya cuenta con un salvador capaz de sacar del infierno a todos los
españoles para llevarnos al paraíso. Esperemos que los daños colaterales en el
asalto al mismo sean los menos posibles.
Fdo. Jorge Cremades
Sena
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