Y
podríamos completar una larga lista de partidos populistas europeos, siguiendo
con el también griego Amanecer Dorado de extrema derecha, el FPO austriaco, el
Frente Nacional francés (o el izquierdista FDI), la Liga Norte italiana (o el
izquierdista Movimiento Cinco Estrellas), el UKIP británico, la Alternativa
para Alemania, el Partido por la Libertad holandés… y así sucesivamente, tanto
en países de la UE como en países terceros, en muchos de ellos, como ven, con
la doble versión contrapuesta de radicalismo o populismo de extrema derecha o
extrema izquierda. Al final, por el famoso principio de que los extremos se
tocan, unos y otros vienen a ser lo mismo, convergiendo en el objetivo de
finiquitar el sistema político democrático hegemónico en la inmensa mayoría de
los Estados de Europa y en la propia UE (liderado durante décadas por la
alternancia política entre moderados de derecha e izquierda) e implantar otro
sistema, reinventado a su imagen y semejanza. Eso sí, un nuevo sistema
indefinido e impreciso que, obviamente, a medida que crece entre las distintas
poblaciones el apoyo a estos partidos populistas radicales genera una
preocupación progresiva en el sistema político actual vigente ya que, no por
definición sino por aproximación comparativa con referentes que gozan de la
admiración de sus respectivos líderes, ya sean referentes actuales
(bolivarianismo, castrismo, chavismo…) o históricas (nacismo, comunismo…),
todos ellos suponen o supusieron un empeoramiento respecto al sistema actual
vigente y, en definitiva, el fracaso rotundo de una convivencia en paz,
progreso y libertad. Estos populismos, que no son ni de izquierda ni de derecha
(así se autodefinen muchos de ellos), no basan su atractivo en cuestiones de
ideología, ni de principios, sino en su estrategia de fomentar y aprovechar el
descontento en momentos de crisis para cosechar votos de todas partes adaptando
su discurso a las necesidades de cada momento, sin orden ni concierto, con la
prioritaria y casi única finalidad de alcanzar el poder como sea.
Maestros
todos ellos en aglutinar descontentos, tanto de un asunto como el contraria, se
mueven como pez en el agua en la oposición democrática; maestros en arremeter
contra un mal ajeno (Bruselas, capitalismo, inmigración, bancos…), siempre
culpable de todos los males de la sociedad, jamás son responsables de nada; y
maestros en diseñar proyectos alternativos a base de sofismas atractivos,
obviamente irrealizables, sus programas (si es que los tienen) no aguantan ni
un cuarto de hora de análisis crítico riguroso. Pero ello no importa, lo
importante es menoscabar la gobernabilidad y el “statu quo” y, para ello, cuanto
peor, mejor, aunque, si se consigue el respaldo mayoritario democrático (¡menos
mal!) la alternativa se desvanezca como un castillo de arena. Al final, lo que
no puede ser, no es, y además es imposible. Sólo así se explica, por ejemplo,
que el adelanto electoral en Grecia y el previsible triunfo de Syriza, haya
sido aplaudido no sólo por Podemos, sino también por el Frente Nacional en
Francia. ¿Qué tienen en común Tsipras, Iglesias y Le Pen?; simplemente su
convergencia antisistémica. ¿Se imaginan una Europa con Grecia, España y
Francia gobernada por semejantes personajes? Pues todos ellos y algún que otro
por el estilo en algún que otro país, tienen cada vez más posibilidades de
lograrlo. ¿Es motivo de preocupación de cara al futuro? (aunque ellos le llamen
miedo, que, según ellos, ha cambiado de bando, sin que sepamos qué miedo tenían
hasta hoy en el suyo), júzguenlo ustedes. En definitiva, una posible Europa
ingobernable, como desgraciadamente sucede hoy con Grecia, que sólo puede
abocarnos a un empeoramiento drástico de la actual situación.
Se
preguntaba Pablo Iglesias, eufórico por el fracaso del sistema en Grecia (entre
otras cosas por la irresponsabilidad de Syriza no arrimando el hombre para la
gobernabilidad de Grecia en momentos cruciales), si la reacción negativa de los
mercados e instituciones financieras ante la crisis griega no será porque temen
lo que pase en Europa si Syriza gobierna en Grecia y las cosas mejoran para los
griegos. ¡Ojala así fuera! Y añadía que “¿será que temen que después de los
griegos les llegue el turno de votar a los españoles?” Quienes no nos movemos
en el maniqueo de ángeles y demonios, entendiendo que, por sentido común,
cualquier gobernante democrático sólo pretende, aunque sea por mero egoísmo, el
bien para su pueblo (otra cuestión es que pueda lograrlo), lo que tememos es
que Grecia no pueda conseguir los miles de millones, que no tiene y por tanto
necesita, para pagar las pensiones a los griegos, los sueldos a los
funcionarios, el gasto de los hospitales y centros educativos…. Tememos que
nadie se los preste o lo hagan de forma tan abusiva (su prima de riesgo está
por los 900 puntos) que no pueda ser asumible en una situación ya insoportable,
susceptible de empeorar. Tememos que Syriza, con su teórico proyecto expansivo,
al margen de la UE (dentro de ella no es posible por más excepciones que se
hagan), no tenga la varita mágica para sacar todo ese imprescindible dinero de
la manga. Y lo tememos porque no nos dice cómo y de dónde lo va a sacar, al
igual que hacen el resto de sus colegas populista del resto de países europeos.
Ese es el temor, que no miedo, ante quienes, como Iglesias, dicen que “las
élites y sus partidos están nerviosos”… ¿acaso ellos no son élites de sus
respectivos partidos? Me olvidaba, ellos son los ángeles; el resto, los
demonios. Ellos quieren el bien para sus pueblos; el resto, el mal. ¡Así
cualquiera!
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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