El
barómetro del CIS del mes de enero, que se acaba de publicar, pone de relieve
la consolidación casi definitiva de un futuro Parlamento fragmentado que pondrá
en graves dificultades la gobernabilidad de España en la próxima legislatura.
Acostumbrados en todas las anteriores a una alternancia política segura y
tranquila, protagonizada por PP y PSOE, garante en términos generales de una
gobernabilidad alternativa enmarcada políticamente en la moderación que
representan las clásicas opciones de derecha o izquierda democráticas europeas
al uso, si se confirma la tendencia actual tendremos que prepararnos, por si no
fueran pocas las dificultades que estamos atravesando, para soportar unos años
de inestabilidad política, sin precedentes en esta España democrática, lo que,
sin duda, puede incidir de forma negativa en esta incipiente salida de la
crisis, que ya reconocen los expertos no sólo en España sino en el resto de los
estados europeos. Con un panorama en el que, según el CIS, ni PP (con el 27´3%
de votos) ni PSOE (con el 22´2%) levantan cabeza, en tanto que Podemos (con el
23´9%) se postula como la verdadera alternativa al Gobierno de Rajoy, relegando
a los socialistas, mientras que IU y UPyD (con el 5´2% y 4´6% de votos
respectivamente), así como Ciudadanos (3´1%), que se postula por vez primera en
el escenario nacional, no alcanzarían a conformar alianzas para una mayoría
gubernamental con ninguno de los tres partidos anteriores, la ingobernabilidad
está más que asegurada. Del criticado bipartidismo PP-PSOE nos encaminamos a un
tripartidismo PP-PODEMOS-PSOE que, casi con toda seguridad, puede que nos haga
echar de menos los viejos tiempos el día de mañana, si, por razones obvias, no
cabe un gobierno PP-PODEMOS y, porque así lo dice el PSOE, tampoco cabe un
gobierno PP-PSOE, ni PODEMOS-PSOE, lo que, en el peor de los casos, nos
llevaría, como en Grecia, a la convocatoria de nuevas elecciones generales,
que, en todo caso generaría inestabilidad política en España y desconfianza en
el exterior.
En
todo caso no están exentos de razón quienes a día de hoy consideran que sobre
la intención de voto hay mucho voto oculto o indefinido (13% de abstención,
20´8% de indecisos, 5´6% en blanco y 1´2% no contesta), un terreno de más del
40% que puede decantar la votación definitiva dentro de un año (una eternidad,
políticamente hablando) si los partidos hacen un plus de pedagogía política
para explicar, desde ya, a la ciudadanía cuáles son las opciones y qué está en
juego. Sobre todo cuando la citada estimación va acompañada de otras variables
que no parecen corresponderse con ella al reflejar una ciudadanía que, en el
mismo barómetro del CIS, manifiesta que, aunque en el último año haya girado un
poco hacia la izquierda y sea algo menos independentista en sus comunidades, se
considera bastante feliz, ve la crisis con más optimismo y se considera
mayoritariamente bastante moderada. En efecto, si piensan que lo peor de la
crisis ya ha pasado, siendo un problema para el 24´5%, en clara progresión a la
baja desde hace años (enero de 2009, 51´9%; 2010, 47%; 2011, 53´1%; 2012,
53´7%; 2013, 38´9% y enero de 2014, 30´5%), aunque tanto el paro como la
corrupción sigan siendo los principales problemas, no parece lógico que los
ciudadanos opten por aventurerismos radicales, cargados de utopías y vacíos de
contenidos razonables, frente a las opciones moderadas, homologables con el
resto de gobiernos europeos (salvo la Grecia de Syriza, abocada al caos
definitivo), y menos aún si estas opciones milagrosas, como Podemos, antes de
empezar a gobernar en ninguna parte, ya andan envueltos en escándalos por
presuntas corruptelas (siendo yo benévolo) de sus máximos dirigentes, tras
presentarse como los exterminadores de la corrupción en España, avalados por su
inmaculado currículo y limpios de polvo y paja. Es decir, mintiendo.
Teniendo
en cuenta que, según el barómetro del CIS, ninguno de los tres partidos
principales se define ideológicamente como lo ven los votantes (PP se define de
centro derecha y lo ven de derechas; PSOE se define de izquierda y lo ven de
centro; Podemos no se define y lo ven de izquierdas, creyendo sólo el 4´8% su
discurso de “transversalidad”) es obvio que sólo un inmenso esfuerzo de
pedagogía política podrá despejar este borroso horizonte de incertidumbre
gubernamental y, por tanto, de inestabilidad política. Más que nunca se
requiere este esfuerzo adicional partidario, pues, más que nunca, las
circunstancias así lo requiere. Al menos para que, en caso de que el pueblo
soberano decida apostar por la aventura (está obviamente en su perfecto
derecho) lo haga con conocimiento de causa para asumir después con
responsabilidad y sin traumas las consecuencias de su decisión. Sería trágico
que, en uno u otro sentido, ésta obedeciera a una manifiesta desinformación
intencionada o a una reacción dirigida políticamente no “a favor de” sino “en
contra de” pues no es la primera vez, ni será la última, que, con semejante
planteamiento sentimental, que no racional, para rechazar lo regular o lo malo,
se ha caído en lo peor o lo pésimo. Y, desde luego, un futuro Gobierno
inestable puede ser cualquier cosa menos bueno. Y menos ahora.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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