Una
resolución del Parlamento Europeo, único foro en el que Podemos tiene de
momento representación parlamentaria, sitúa definitivamente al partido de Pablo
Iglesias en el lado más oscuro de la democracia, si no en la penumbra
inquietante de los modelos político-ideológicos autoritarios, cuando no
totalitarios, que, seguramente, se esconde tras la autoproclamada indefinición
ideológica de Podemos por parte de sus líderes (la mayoría adscritos
biográficamente a la izquierda radical), que en el fondo no es más que una
calculada estrategia para conquistar el poder mediante una compleja
articulación teórica que su ideólogo Monedero, ahora en sus horas más bajas por
haber sido pillado con el carrito del helado, define como “leninismo amable”.
La resolución europarlamentaria en cuestión, apoyada por los cuatro principales
grupos ideológicos europeos (populares, socialistas-demócratas,
conservadores-reformistas y liberales), que, ni siquiera exige sanciones a
pesar de la petición de los liberales, simplemente expresa “la profunda
preocupación por el deterioro de la situación en Venezuela y el uso de
violencia contra los manifestantes” y reclama la ”inmediata” liberación de
líderes opositores, encarcelados por “ejercer su derecho a la libertad de
expresión y sus derechos fundamentales” y el cese de la censura en los medios
de comunicación, denunciando situaciones como la detención violenta y
“arbitraria” del alcalde de Caracas Antonio Ledezma, las torturas denunciadas
en prisión por el opositor Leopoldo López y la muerte por disparos de un menor
en una manifestación, y advirtiendo que los opositores son civiles presos en
cárceles militares y de que se ha vulnerado su presunción de inocencia.
Resolución moderada y comedida, digna de ser apoyada por cualquier demócrata
auténtico al margen de la ideología política que tenga, en defensa de la libertad
y la convivencia pacífica. Sin embargo, indecentemente, no ha sido apoyada por
Podemos (además de IU, ERC, Compromis, e ICV; Dios los cría y ellos se juntan),
lo que, en buena lógica debiera suponer la desconfianza política en dicha
formación por parte de cualquier demócrata que se precie y esté dispuesto a
defender la libertad, puesta en grave riesgo, como todo el mundo sabe, en Venezuela,
con la colaboración por acción u omisión, como ven, de los podemistas.
Los
demócratas, al margen de la ideología que tengamos cada uno, no podemos confiar
en Podemos y no precisamente por cuestiones programáticas, sino por cuestiones
mucho más profundas. De los nuevos partidos surgidos al rebufo del desencanto y
el descrédito de los partidos clásicos, es el único que no apuesta por mejorar
nuestro apático sistema democrático, aportando aire fresco al mismo, sino que
pretende derribarlo para sustituirlo por un nuevo régimen “sui géneris”, una
especie de vieja “democracia” con apellidos (popular, ciudadana…, que tanto
liberticidio y ruina causaron históricamente), cuyo modelo actual y moderno más
genuino es el chavismo venezolano, alabado por los líderes podemistas por
activa y pasiva en múltiples ocasiones. Es la única razón convincente del
rechazo a la resolución europea, por más razones absurdas que tanto Iglesias
como Echenique hayan dado para justificar lo injustificable. Decir, como hace
Iglesias, que el rechazo es porque el texto “dice que Venezuela es como Arabia
Saudí” es mentir descaradamente, salvo que sea una mala pasada de su subconsciente,
pues en el texto no aparece dicha comparación; mantener, como hace Echenique,
“que la manera de solventar los conflictos es el diálogo” cuando el texto no se
opone al mismo, es confundir sibilinamente a la ciudadanía tergiversándolo
todo. Resultan mucho más creíble las palabras de Errejón de que se le “apunte
en esa lista” de personas que defienden el régimen de Venezuela porque “en el
sur de Europa necesitamos mucho de este cálido viento latinoamericano que borre
a tanto canalla”, ya que “Chávez vive, la lucha sigue”. Y ya ven como borra
Maduro a los canallas.
No
podemos confiar en Podemos aunque Iglesias argumente “a mí no me gusta que se
detenga a un alcalde” pues “ni la prisión preventiva, ni la detención de cargos
públicos son algo que a priori a mí me guste” (¡faltaría más!), como si la
libertad fuese una cuestión de gustos. No entiende Iglesias y los suyos, cuando
habla de diálogo como excusa para no condenar los atropellos de Maduro, que la
libertad no es negociable, ni puede, ni debe estar condicionada a estrategias o
conveniencias coyunturales y, por tanto, cualquier demócrata, defensor obviamente
de la libertad, ha de mojarse siempre en esta dirección. No entiende, en
definitiva, que la política no pude, ni debe estar por encima de la ética. Por
tanto, condenar la represión política en Venezuela o en cualquier otro lugar,
debe estar por encima de cualquier otro interés por legítimo que sea para
cualquier demócrata. Ya no es cuestión de estar o no de acuerdo con el programa
de deseos que tenía Podemos al inicio, ni con su aparente progresiva
acomodación a la viabilidad por razones electorales; no podemos confiar en
Podemos sencillamente porque su lucha por las libertades, como ven, deja mucho
que desear.
Fdo. Jorge Cremades
Sena
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