Atrás
quedan las soflamas incendiarias de Pablo Iglesias y Podemos para convencer a
la gente de la necesidad urgente de acabar con los partidos de la “casta” que
trajeron el perverso “régimen del 78” al que hay que sustituir; atrás quedan
las acaloradas alabanzas al régimen chavista como modelo democrático a imitar
en esta perversa Europa de los capitalistas; y atrás puede quedar el eufórico
hermanamiento de Podemos con el populista Syriza de Tsipras tras el estrepitoso
fracaso de su gestión del tercer rescate griego que evidencia su falacia,
repleta de incoherencias, rectificaciones, falsas promesas, incumplimientos y
engaños a los helenos, al extremo de que, hoy por hoy, el populismo griego anda
dividido, como su gobierno, con el cese de los ministros díscolos, incapaces de
entender que confundir los deseos con la realidad llega a ser trágico cuando
tienes la responsabilidad de gobernar, que la demagogia acaba cuando dejas de
ser oposición y que, como dicen en mi pueblo, una cosa es predicar y otra dar
trigo. Y a Tsipras le toca ahora dar trigo; un trigo que no tiene, que tiene
que pedírselo al vecino o al socio del club al que pertenece, pero,
prometiéndolo en abundancia sin tenerlo, mientras culpabilizaba a dicho vecino
y socio (que ya le prestó demasiado) de todos los males de sus compatriotas
griegos, ahora tiene graves dificultades para que le sigan prestando y,
habiendo engañado a sus votantes, que creyeron viables sus futuros milagros si
arremetían contra ellos, ahora queda preso de su irresponsable proceder político.
O reconoce que no hay trigo para dar y que, por tanto, queda obligado a seguir
pidiéndoselo a sus perversos vecinos y socios, que ya no se fían de él y le
exigen sacrificios añadidos, o, sencillamente, renuncia al préstamo, como le
pidió en asamblea a los ciudadanos griegos, pero diciéndoles, clara y
definitivamente, que sólo puede repartirles miseria, que es con lo que contaba
cuando hacía tan halagüeñas promesas. Bueno, siempre cabe la posibilidad,
probablemente la más acertada y honesta, de explicarles que, descubierta su
falacia, que tan cómodamente le mantenía en la oposición, dimite como
gobernante para que su pueblo pueda elegir a otro gobernante más responsable. A
veces, reconocer el fracaso y asumirlo es más importante que el éxito.
Y
en esta difícil coyuntura de Tsipras, aparece su amigo Pablo Iglesias, el que
con él gritaba en los momentos de gloria de la orgía demagógica
“¡Syriza-Podemos, venceremos!”, para animarle ahora, en su estrepitoso descalabro,
con “¡Aguanta Alexis!”, como si éste pudiera aguantar ni un minuto más
impagando deudas, amenazando a acreedores y sin poder hacer frente a los gastos
del funcionamiento del Estado, como el pago a funcionarios y pensiones o el de
los servicios públicos básicos como sanidad y educación. ¿A qué tiene que
aguantar Tsipras? ¿a las elecciones generales en España para ver si triunfa la
orgía demagógica y conseguir el poder? Si ya en su momento, dijo Iglesias que
“el populismo de izquierdas es clave para el cambio” y Tsipras, reconociendo
por fin que “los márgenes de maniobra de la UE son limitados”, auguró que “si
Syriza triunfa, Podemos ganaría las elecciones en España”, ¿qué sucede si en
vez de triunfar, Syriza ha fracasado rotundamente? A Pablo sólo le quedaría,
tras el fracaso estrepitoso de Syriza, salvo que los españoles nos volvamos
locos de remate, aplicar su plan B, su verdadera receta de que “el cielo se
toma al asalto”, pero, como Tsipras consiguió el “cielo” del poder no al asalto
sino con el engaño demagógico sistemático, es lógico que Iglesias le pida que
aguante hasta las generales, desestimando las advertencias de su amigo y mentor
ideológico, Monedero, mientras dimitía (como Varoufakis), de que “a veces este
partido se parece a lo que queremos sustituir”, pues es el mejor camino, como
hizo Syriza, para tomar el cielo sin asalto, sino mediante el engaño… Aunque,
conseguido éste, como en Grecia, lleve directamente al más insoportable
infierno.
Sólo
así se explica que, progresivamente, como hizo Syriza, Podemos suavice su
programa económico inviable, como el impago de la deuda (ya habla de
“reestructuración”) y otras ideas radicales (“crédito” como un derecho, renta
básica universal, banca pública, salida del euro…), intentando presentarse como
un “socialdemócrata” más, es decir, como otro partido más de la “casta” al uso,
aunque, contradictoria e incoherentemente, mantenga su proyecto constituyente
para derribar el régimen instaurado en la Transición. Pero la falacia de
Syriza, puesta en evidencia de forma manifiesta, no se puede ocultar por más
tiempo, frustrando los deseos de Iglesias de que Tsipras aguante para que la
similar falacia de Podemos pase desapercibida y pueda seguir cosechando votos
desencantados por la crisis. E Iglesias teme que, si Tsipras no aguanta, los
españoles, por mera comparación, deducirán el camino de su hipotético triunfo…
lo peor para sus verdaderos objetivos. Fdo.
Jorge Cremades Sena
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