domingo, 19 de julio de 2015

¡AGUANTA ALEXIS!



                        Atrás quedan las soflamas incendiarias de Pablo Iglesias y Podemos para convencer a la gente de la necesidad urgente de acabar con los partidos de la “casta” que trajeron el perverso “régimen del 78” al que hay que sustituir; atrás quedan las acaloradas alabanzas al régimen chavista como modelo democrático a imitar en esta perversa Europa de los capitalistas; y atrás puede quedar el eufórico hermanamiento de Podemos con el populista Syriza de Tsipras tras el estrepitoso fracaso de su gestión del tercer rescate griego que evidencia su falacia, repleta de incoherencias, rectificaciones, falsas promesas, incumplimientos y engaños a los helenos, al extremo de que, hoy por hoy, el populismo griego anda dividido, como su gobierno, con el cese de los ministros díscolos, incapaces de entender que confundir los deseos con la realidad llega a ser trágico cuando tienes la responsabilidad de gobernar, que la demagogia acaba cuando dejas de ser oposición y que, como dicen en mi pueblo, una cosa es predicar y otra dar trigo. Y a Tsipras le toca ahora dar trigo; un trigo que no tiene, que tiene que pedírselo al vecino o al socio del club al que pertenece, pero, prometiéndolo en abundancia sin tenerlo, mientras culpabilizaba a dicho vecino y socio (que ya le prestó demasiado) de todos los males de sus compatriotas griegos, ahora tiene graves dificultades para que le sigan prestando y, habiendo engañado a sus votantes, que creyeron viables sus futuros milagros si arremetían contra ellos, ahora queda preso de su irresponsable proceder político. O reconoce que no hay trigo para dar y que, por tanto, queda obligado a seguir pidiéndoselo a sus perversos vecinos y socios, que ya no se fían de él y le exigen sacrificios añadidos, o, sencillamente, renuncia al préstamo, como le pidió en asamblea a los ciudadanos griegos, pero diciéndoles, clara y definitivamente, que sólo puede repartirles miseria, que es con lo que contaba cuando hacía tan halagüeñas promesas. Bueno, siempre cabe la posibilidad, probablemente la más acertada y honesta, de explicarles que, descubierta su falacia, que tan cómodamente le mantenía en la oposición, dimite como gobernante para que su pueblo pueda elegir a otro gobernante más responsable. A veces, reconocer el fracaso y asumirlo es más importante que el éxito.
            Y en esta difícil coyuntura de Tsipras, aparece su amigo Pablo Iglesias, el que con él gritaba en los momentos de gloria de la orgía demagógica “¡Syriza-Podemos, venceremos!”, para animarle ahora, en su estrepitoso descalabro, con “¡Aguanta Alexis!”, como si éste pudiera aguantar ni un minuto más impagando deudas, amenazando a acreedores y sin poder hacer frente a los gastos del funcionamiento del Estado, como el pago a funcionarios y pensiones o el de los servicios públicos básicos como sanidad y educación. ¿A qué tiene que aguantar Tsipras? ¿a las elecciones generales en España para ver si triunfa la orgía demagógica y conseguir el poder? Si ya en su momento, dijo Iglesias que “el populismo de izquierdas es clave para el cambio” y Tsipras, reconociendo por fin que “los márgenes de maniobra de la UE son limitados”, auguró que “si Syriza triunfa, Podemos ganaría las elecciones en España”, ¿qué sucede si en vez de triunfar, Syriza ha fracasado rotundamente? A Pablo sólo le quedaría, tras el fracaso estrepitoso de Syriza, salvo que los españoles nos volvamos locos de remate, aplicar su plan B, su verdadera receta de que “el cielo se toma al asalto”, pero, como Tsipras consiguió el “cielo” del poder no al asalto sino con el engaño demagógico sistemático, es lógico que Iglesias le pida que aguante hasta las generales, desestimando las advertencias de su amigo y mentor ideológico, Monedero, mientras dimitía (como Varoufakis), de que “a veces este partido se parece a lo que queremos sustituir”, pues es el mejor camino, como hizo Syriza, para tomar el cielo sin asalto, sino mediante el engaño… Aunque, conseguido éste, como en Grecia, lleve directamente al más insoportable infierno.
            Sólo así se explica que, progresivamente, como hizo Syriza, Podemos suavice su programa económico inviable, como el impago de la deuda (ya habla de “reestructuración”) y otras ideas radicales (“crédito” como un derecho, renta básica universal, banca pública, salida del euro…), intentando presentarse como un “socialdemócrata” más, es decir, como otro partido más de la “casta” al uso, aunque, contradictoria e incoherentemente, mantenga su proyecto constituyente para derribar el régimen instaurado en la Transición. Pero la falacia de Syriza, puesta en evidencia de forma manifiesta, no se puede ocultar por más tiempo, frustrando los deseos de Iglesias de que Tsipras aguante para que la similar falacia de Podemos pase desapercibida y pueda seguir cosechando votos desencantados por la crisis. E Iglesias teme que, si Tsipras no aguanta, los españoles, por mera comparación, deducirán el camino de su hipotético triunfo… lo peor para sus verdaderos objetivos.                            Fdo. Jorge Cremades Sena

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