No
sé si, porque los líderes políticos consideran a los ciudadanos tontos de
remate o porque, careciendo de argumentos más convincentes, son ellos quienes
recurren a tonterías manifiestas, lo cierto es que, próximas unas elecciones,
como es el caso, aparecen todo tipo de banales recursos, justo cuando la
ciudadanía requiere sólidas razones, para convencerse de a quienes han de votar.
Y uno de los recursos más recurrentes en semejante trance electoral es denunciar
al contrario de usar el “voto del miedo”, cuando dicho recurso, utilizado por
todos sin excepción (con mayor o menor base real), en vez de miedo causa risa o
indiferencia en cualquier ciudadano que, desprovisto de orejeras, pretenda ver
algo más allá de la miopía causada por una pertinaz militancia partidista con
tendencia a la ceguera. En todo caso, al ser utilizado tan banal recurso por
unos y otros, algo de positivo tendrá desde el punto de vista electoral, que no
a la hora de favorecer un voto responsable. Sin embargo, si determinados hechos
o circunstancias se presentan favorables para alertar a la ciudadanía del
ejemplo a rechazar, lo estúpido es acusar a quienes lo ponen de relieve de usar
el “voto del miedo” como estrategia electoral, tal como se empeñan algunos
acusando al PP en el caso de Grecia. Que Rajoy utilice el fracaso de las
políticas de Tsipras en Grecia para alejar a los ciudadanos de la tentación de
votar a Podemos en España, es tan explicable y comprensible como el uso que
hubiera hecho Pablo Iglesias de un hipotético triunfo de la política
demagógico-populista de Syriza obligando a la UE a claudicar. Que a Tsipras se
le haya visto el plumero en su errática
estrategia, es un balón de oxígeno para Rajoy en su argumentario electoral,
como debiera serlo para el resto de líderes de los partidos de la oposición,
excepto para quienes, homologados con Syriza, pretenden vender humo en la
campaña. Desde la pedagogía política no es desdeñable que los partidos
democráticos utilicen la imagen griega como el ejemplo a rechazar por activa y
pasiva; una imagen vale más que mil palabras y la de Grecia, en la ruina más
absoluta hundiéndose en un “corralito” inaceptable, con un claudicante Tsipras
como presidente de Gobierno a la deriva y hundido en sus propias
contradicciones frente a su propio pueblo y a las instituciones europeas, es lo
que menos desea nadie, salvo algún loco suelto, para su propio país. Y ponerlo
en evidencia es lo lógico, siendo lo ilógico manifestar que hacerlo es utilizar
el “voto del miedo”, pues como dice Rajoy (y lo diría cualquier otro presidente
democrático) “no sé lo que es el voto del miedo, lo que sí da miedo es la
situación de Grecia”.
Que
una incipiente recuperación, dolorosa y difícil, (como se percibía en Grecia
cuando llegó Syriza), se haya hundido en la ruina total del país (al contrario
de lo sucedido en Portugal, Irlanda o España con otras políticas), llena de
razón a Rajoy cuando manifiesta que “no hay que irse muy lejos para ver lo
fácil que puede resultar arruinar una recuperación en marcha”. La sinrazón está
en quienes por intereses electorales, al igual que los que tenga el PP,
pretenden soslayar la evidencia griega porque defienden políticas similares a
las de Syriza (aún resuena el grito de Iglesias
abrazado a Tsipras: “¡Syriza-Podemos, venceremos!), cuyo flagrante
fracaso les obliga ahora a remar contracorriente. Y la estupidez está en
quienes, no teniendo un proyecto populista antisistema, como el de Podemos, ni
liberal-conservador, como el del PP, andan navegando entre dos aguas pensando
que su sempiterna indefinición, su absurda equidistancia, les aportará un
perjuicio electoral si se ponen del lado de la evidencia en el caso griego
(como tantos otros) porque puede favorecer al PP.
Que
tanto el asunto griego, como el de los pactos de gobernabilidad local y
autonómica PSOE-Podemos (para muchos una estrategia errática), son hechos que,
según evolucionen, pueden ir a favor del PP es evidente; que los populares van
a utilizarlo, como harían los demás, también. Por tanto que desde Podemos
intenten minimizar sus efectos acusando al PP de utilizar el “voto del miedo”
y, a la vez, usándolo ellos mismos sin ninguna base de veracidad (“el miedo
debe cambiar de bando”), es comprensible. Lo incomprensible es que el PSOE haga
lo propio, cuando, en el caso griego a nivel europeo, tanto socialdemócratas,
como conservadores y liberales, van al unísono frente a los experimentos de los
radicalismos tanto de izquierda como de derecha. Por eso es absurdo que, por
ejemplo, Jordi Sevilla, nuevo peso pesado del equipo de Sánchez, diga que de la
crisis griega Rajoy “intenta sacar rédito electoral” (¡menudo descubrimiento!),
cuando debiera preocuparse de por qué, frente a Podemos, el PSOE, por el bien
de España, no saca rédito electoral con la que está cayendo en Grecia.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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