En
la antesala del inicio de la campaña electoral autonómica catalana, que los
independentistas de Junts pel Sí quieren convertir en plebiscitaria por arte de
magia y que coincide curiosamente con la Diada o Día de Cataluña, fiesta que
debiera ser de todos los catalanes, Artur Mas, camuflado en dicha lista
unitaria a pesar de ser el President de Catalunya (asunto que olvida con
frecuencia en lo referente a gestión gubernamental en beneficio de todos los
catalanes y en defensa de la legalidad democrática vigente que le legitima como
tal), por lo que, en todo caso, debiera encabezarla de forma indiscutible, no
deja de sorprendernos con nuevas ocurrencias, sólo inteligibles en el quimérico,
demagógico y totalitario mundo independentista, obsesionado con una declaración
unilateral, y por tanto ilegal, de independencia. La última ocurrencia de Artur
Mas ha sido para invalidar las declaraciones, entre otros, de Merkel y Cameron,
aclarando que una hipotética independencia de Cataluña dejaría al nuevo país
fuera de la UE, máxime si el proceso no se ha ajustado a la legalidad nacional
e internacional vigente, si ha sido declarada unilateralmente y si no ha
respetado principios básicos como la integridad territorial de los Estados
democráticamente constituidos y reconocidos por la Comunidad Internacional. Así
lo entiende cualquier demócrata cuando dice Merkel que “hay que respetar la
legalidad y la integridad territorial” o cuando añade Cameron expresamente que
“si Cataluña se separa deberá hacer cola para entrar en la UE”; así lo asume
hasta el presidente de la ANC, la entidad soberanista catalana por excelencia,
consciente de los riesgos, por más que le pese; y así se entiende desde el más
elemental sentido común democrático. Por tanto, es incomprensible que Artur Mas
ni sepa ni entienda que una hipotética independencia de Cataluña con los
anteriores ingredientes, ni siquiera con alguno de ellos sino con todos, la
dejaría “ipso facto” fuera de la Unión Europea, con todas las consecuencias
negativas no ya para la futura España amputada, que al menos seguiría
permaneciendo en la UE, sino muy especialmente para una Cataluña aislada y
fuera de la Unión, una especie de Albania del siglo XXI, como dice Felipe
González. Pero más incomprensible es su ocurrencia de que nada de esto pasará
ya que la “desconexión” de Cataluña del Estado español se hará “de buen rollo”,
lo que, salvo que haya perdido totalmente la cordura, ni él mismo puede creer.
Es
por tanto más sensato, al margen de este absurdo y demagógico buen rollito
independentista del que habla Mas, insólito en la historia de los procesos
independentistas unilaterales y sin base de legalidad y raro incluso en
procesos ajustados estrictamente a la ley, analizar el falso argumento que
utiliza para vender una Cataluña independiente integrada en la UE. Sin apearse
un ápice de la torticera tergiversación de la realidad histórica y actual a que
nos tiene acostumbrados para que la sociedad catalana compre su entelequia,
sostiene que, en todo caso, con buen rollito o sin él, la UE no echaría a siete
millones de catalanes que ya pertenecen a la misma, pues semejante proceder
sería absurdo y perjudicial para todos. Y lleva razón si así fuera, pero,
desfigurando la realidad para engañar a los catalanes como es su costumbre,
oculta que no sería la UE quien expulsaría a Cataluña sino que sería Cataluña
la que se saldría de la UE rompiendo además todas las reglas de juego
democrático europeo, precedente inasumible para la futura estabilidad territorial,
política e institucional de la propia UE que, en caso de mirar hacia otro lado,
alimentaría la semilla de los aletargados nacionalismos totalitarios que tanto
daño causaron antaño no sólo en Europa sino en el mundo entero. Esta es la
realidad que debe conocer y tener presente todo el mundo para no llevarse a
engaño a la hora de apoyar o rechazar el quimérico e idílico proyecto
inexistente de Mas y sus colegas independentistas, para apechugar
conscientemente con las consecuencias derivadas de su legítima opción. Y para
colmo, como si de un juego de niños se tratara, remata Artur Mas diciendo que
esa hipotética República Catalana seguiría ayudando a España.
Lo
trágico es que este independentismo de buen rollito de Mas, no es rechazado
tajante y contundentemente por todos los partidos democráticos, ¡vaya usted a
saber por qué!, y que, como antaño, sigan instalados en la inopia, rechazando
cualquier iniciativa, como por ejemplo la reforma del TC, por cuestiones de
forma, cuando el fondo del asunto no es cambiar las leyes para que se cumplan,
como algunos pretenden, sino cumplir y hacer cumplir en cada momento las que
están vigentes, que es de lo que se trata, pues todo lo demás es accesorio en
democracia que ha de basarse siempre en el imperio de la ley que es lo que
diferencia a la civilización de la barbarie. De eso se trata, precisamente.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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