martes, 8 de diciembre de 2015

VENEZUELA, EN EL BUEN CAMINO



                        La contundente victoria de la oposición democrática venezolana o la contundente derrota del régimen populista totalitario bolivariano, tanto monta monta tanto, sitúa a Venezuela en el buen camino hacia la recuperación económica y la verdadera democracia en y desde la libertad, tras diecisiete años caminando hacia el abismo de la miseria y del sometimiento arbitrario de la ciudadanía por parte del poder autoritario. Nicolás Maduro, heredero de Hugo Chávez, el creador de la pesadilla venezolana, ha demostrado en menos de tres años que, con su manifiesta incompetencia, podía acelerar vertiginosamente el caos progresivo a donde dirigía a los venezolanos durante los catorce años precedentes el inventor del chavismo, su idolatrado Jefe que, según el propio Maduro, le indicaba tras su muerte desde el más allá, con visiones y pajaritos emisarios, cómo debía dirigir al pueblo venezolano. Inevitablemente, y a pesar de todo tipo de amenazas y chulerías por parte del gobierno, la inseguridad, la persecución y el encarcelamiento de líderes políticos opositores y la crisis económica galopante han sido suficientes motivos para que el pueblo venezolano, superando el miedo y todo tipo de vejaciones, haya dicho ¡basta! a tanto desvarío, en unas elecciones legislativas, que no presidenciales, consiguiendo, de momento, 107 diputados frente a 55 que consigue el régimen, en una Asamblea Nacional compuesta por 167 diputados, aunque la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), plataforma de confluencia de la oposición democrática, asegura que ha obtenido 112 escaños lo que supondría la mayoría más cualificada (2/3) y, por tanto, la que tendría más competencias. En todo caso, Maduro, abandonado por el Ejército, reconoce la victoria de la oposición que rebasa con creces la mayoría simple (85 escaños) y la cualificada de tres quintos (101 escaños), un varapalo sin precedentes que supera las expectativas demoscópicas de los últimos días. Felicitar pues con entusiasmo al pueblo venezolano por tan valiente decisión es lo que procede por parte de cualquier demócrata que se precie de serlo.
            Pero, dicho lo anterior, conviene no echar las campanas al vuelo, pues, al fin y al cabo, el itinerario por el buen camino acaba de comenzar y, como dice la vencedora MUD, ahora hay que ser cautelosos para recorrerlo con éxito. Si finalmente se confirma la mayoría muy cualificada, la Asamblea Nacional, podría, entre otros asuntos, crear o suprimir comisiones permanentes, aprobar y modificar las leyes orgánicas, designar a los integrantes del Consejo Nacional Electoral, aprobar proyecto de reforma Constitucional, tener la iniciativa de convocatoria a una Asamblea Nacional, cambiar el Defensor del Pueblo, separar temporalmente de su cargo a un diputado; en definitiva, incidir en los cimientos del edificio chavista, pues hay que tener en cuenta que Maduro, sigue siendo el presidente venezolano. En todo caso, con la ya acreditada mayoría de tres quintos, pueden sancionar una ley habilitante limitando competencias del Presidente, aprobar la moción de censura al vicepresidente ejecutivo o a los ministros que implique su destitución, cambiar a los integrantes del Centro Nacional Electoral previo pronunciamiento del TSJ… además de las competencias que le otorga la mayoría simple, entre ellas, autorizar que el Presidente de la República pueda ser enjuiciado por el Tribunal Supremo, aprobar la Ley de Amnistía de los presos políticos o elegir el Presidente de la Asamblea Nacional, dos vicepresidentes, un secretario y un subsecretario. Si en principio el cargo de Maduro no corre peligro, es obvio que tendrá que luchar contra un Congreso adverso, dominado por la MUD, que abarca partidos políticos que van desde el centro izquierda a la derecha más conservadora, pero, eso sí, todos ellos democráticos. Un rayo de luz de esperanza, ahora sí, se vislumbra en Venezuela, como hace poco tiempo se vislumbró, salvando las distancias, en Argentina con la derrota del populismo kirchneriano.
            Ha ganado pues el pueblo venezolano y con él todos los demócratas no solo de Venezuela sino del resto del mundo, quienes estamos obligados a apoyarles sin reservas para que consigan recorrer con éxito su camino hacia la libertad. Han perdido pues los totalitarismos en sus múltiples facetas, los salvapatrias de tres al cuarto, los visionarios liberticidas que, ante cualquier pretexto, quieren imponer su particular visión de ver la vida. Y han quedado en evidencia quienes, fuera de Venezuela, por acción u omisión, ayudaron al chavismo, de palabra u obra, para que impunemente sometiera al pueblo venezolano, mirando hacia otro lado, cuando no justificando, la existencia de presos políticos, los juicios a opositores sin garantías judiciales y tantos otros síntomas de degeneración y perversión democrática. Y, por supuesto, todos aquellos que, interesadamente o por deformación democrática, alabaron e idolatraron a Chávez en su infernal proceso hacia el negro pozo de la intolerancia, quienes, ahora, tienen incluso la osadía de insultar al pueblo venezolano, justificando el falso carácter democrático del régimen chavista, por el mero hecho de que Maduro haya aceptado o se haya visto obligado a aceptar el resultado electoral.  Mayor desvergüenza, imposible.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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