Cuando
la corrupción (fenómeno tan frecuente como repugnante que aparece en nuestro
deplorable panorama político español) se usa como pretexto para demonizar a una
determinada formación política o desacreditar a sus líderes para obtener
ventaja electoral propia o para justificar determinados planteamientos
políticos difícilmente explicables se corre el riesgo de quedar, antes o
después, con el culo al aire, salvo que tu propia casa esté limpia de polvo y
paja o que, llegado el caso, estés dispuesto a defenestrar sin piedad y de
forma contundente cualquier atisbo de suciedad que aparezca, caiga quien caiga
y perjudique a quien perjudique, incluso si tú mismo eres el perjudicado. En
caso contrario cualquier propuesta regeneracionista, tendente a erradicar la
corrupción, genera más asqueo y desconfianza en lo que debiera ser la noble
tarea política, convirtiéndola en un juego sucio de intereses particulares que
aumentan el descrédito de los partidos políticos, prostituyen las ideologías a
meras etiquetas vacías de contenidos y, en definitiva, deterioran la democracia
a niveles de degradación alarmante que ponen en riesgo la gobernabilidad social
y la convivencia en paz y libertad. Es lo que sucede en España, donde el bipartidismo
clásico, hoy amenazado por partidos emergentes de nuevo cuño, tiene la
costumbre de usar la corrupción del contrario como pretexto para desacreditarlo
y relevarlo en el gobierno, sin reparar en la corrupción propia, al extremo de
olvidarse del noble objetivo común de erradicar toda la corrupción por
consenso, prefiriendo sustituirlo por la ruin estrategia de mantener cada uno
la suya propia y excusarla con el intolerable e indecente “y tú más”. La
consecuencia lógica: el desprestigio político de los partidos clásicos, PP y
PSOE (así como el de otros partidos nacionalistas), protagonistas indiscutibles
de la gobernabilidad de esta España democrática, y la proliferación de opciones
políticas nuevas, nacidas del descontento generalizado, que llevan como
bandera, entre otras propuestas regeneracionistas, la lucha anticorrupción
inmisericorde.
Pero,
dicho lo anterior y dado que precisamente PP y PSOE son los partidos más
votados por los españoles a pesar de todo, me temo que la corrupción se sigue
usando como pretexto, con la estimada colaboración de los partidos emergentes.
En efecto, la corrupción y la exigencia de responsabilidades políticas, es el
principal pretexto para deslegitimar al PP y a Rajoy, no reconociéndole ni
siquiera que, a pesar de todo, ha sido el partido más votado, es decir, el
menos rechazado por los españoles. Argumento anticorrupción esgrimido por
Sánchez, para justificar su rechazo a dialogar con Rajoy sobre la
gobernabilidad de España, al que se suman tanto Rivera como Iglesias, quienes,
a su vez y por separado, no tienen reparo alguno, en apoyar gobiernos
municipales o autonómicos con el PSOE, que, como el PP, arrastra toneladas de
sacos de basura desde épocas pretéritas, que se están investigando ahora en los
tribunales por la desesperante lentitud de la justicia española que por ello se
convierte en injusta. Así, agravando el asunto, a la incoherencia del líder
socialista, se suma la incoherencia de los líderes de los partidos nuevos de
usar la corrupción como pretexto de rechazo a quienes les conviene en vez de
usarlo como acicate para invitar al consenso a todos para erradicarla.
Y
como la realidad es tozuda, ha querido el destino evidenciar tan cínica
estrategia al ser imputado o ser investigado el socialista Gómez Besteiro,
líder del PSdG y presunto candidato a la Xunta, por seis nuevos delitos (cohecho,
prevaricación, tráfico de influencias, fraude a las Administraciones Públicas,
fraude de subvenciones y delito continuado de malversación de caudales públicos)
en el marco de la Operación Pulpo, que se suman a otros cuatro anteriores (tráfico
de influencias, cohecho, prevaricación y contra la ordenación del territorio)
en el marco del Caso Garañón. Diez presuntos delitos del “amigo” de Pedro
Sánchez, quien acababa de respaldarle como posible candidato a la Xunta, a
pesar de estar ya investigado por los cuatro primeros, sin que ello fuera
obstáculo alguno para que Rivera firmara el archiconocido acuerdo
PSOE-Ciudadanos sobre regeneracionismo político y marco de gobernabilidad, con
exclusión de Rajoy por su presunta responsabilidad política en los casos que
afectan al PP. Diez presuntos delitos que han obligado, aunque sea por razones
estéticas, a tomar medidas ante las críticas internas socialistas y la presión
de Ciudadanos, que ve peligroso para su salud política añadir más dosis de
corrupción a las ya digeridas. ¿Y cuáles son las medidas ejemplarizantes
regeneracionistas? Que Besteiro, de cuya honorabilidad no duda su amigo
Sánchez, no se presentará como candidato a la Xunta, lo que se puede vender
como una dimisión sin serlo, aunque seguirá liderando el PSOE de Galicia, lo
que se puede entender como que los corruptos desde ahora quedan inhabilitados
para cargos públicos pero no para cargos orgánicos. Ya ven, un paso
regeneracionista trascendental. Y todos tan contentos, incluido Rivera. Bueno,
todos no, por bajini muchos socialistas critican la situación y alguno de ellos,
como Pachi Vázquez, anterior Secretario general del PSdG, investigado también
en otro caso, manifiesta que “en el PSOE, si estás imputado y eres amigo de
Sánchez no pasa nada” pero “si estás imputado y no eres amigo de Sánchez dimites”.
Y la regeneración política, ya ven, a la vuelta de la esquina.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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