Un
acierto total sin duda la escenificación de unidad interna del PSOE en un mitin
de Pedro Sánchez en Madrid ante casi todos los barones socialistas (incluida la
baronesa Díaz) y destacadas figuras como Zapatero, Almunia, Rubalcaba o
Borrell, para arrancar motores en una campaña electoral bastante complicada
tras la nebulosa socialista desencadenada con la estrategia equivocada de Sánchez
en su empeño por ser investido presidente a pesar del varapalo electoral
sufrido el 20-D. Ahora, sólo desde la unidad interna, con un proyecto nacional
socialdemócrata para toda España y remando todos en la misma dirección para
consolidarlo, se pueden afrontar las bajas expectativas que le dan las
encuestas con el riesgo añadido de que Unidos Podemos consiga incluso el
pretendido “sorpasso”, que los comunistas siempre ansiaron para liderar la
izquierda e imponer su modelo. Pero además la nebulosa socialista, hoy por hoy,
es tan densa que requiere mucho más que una o varias escenas de unidad (falsas
o verdaderas) para que los ciudadanos perciban todos los desencuentros,
aventuras y ocurrencias recientes como espejismos anecdóticos superables y no
como realidades inapropiadas que inhabilitarían al PSOE como instrumento
adecuado para la alternancia política y la gobernabilidad de España,
imprescindibles en el sistema democrático. Baste recordar, por no ir más lejos,
el reciente espectáculo protagonizado con motivo de la confección de las listas
conjuntas al Senado a instancias de Pablo Iglesias, levantando a algunos
barones socialistas contra Sánchez y poniendo en evidencia, como en otros
tantos asuntos trascendentales, la ausencia de uniformidad de criterio en todos
los territorios. Por tanto, para comenzar a despejar el nebuloso horizonte político
socialista hay que esclarecer concreta y concisamente los signos de identidad del
partido, en vez de generar dudas, para que todos perciban con claridad el
espacio político que ocupa, cual es y debe ser el socialismo progresista,
democrático y moderado (o socialdemocracia, como prefieran), diferente, aunque
no incompatible con otras opciones democráticas (conservadores, liberales,
centristas…) pero claramente incompatible, por razones obvias, con las de
tendencia radical o totalitaria (populismo, comunismo, antisistema,
nacionalsocialismo…), esencialmente opuestas a los sistemas democráticos
occidentales e incompatibles con ellos.
Dice
Sánchez en el citado mitin que “el cambio no tiene intermediarios” apelando al
voto útil en el pistoletazo de salida para las generales del 26-J, porque “la
garantía de cambio es decir sí al PSOE” y no a Podemos o Ciudadanos. Pero lo
dice inmediatamente después de intentar por activa y pasiva un pacto de investidura
con Iglesias y todo lo que le rodea, abortado gracias a la manifiesta
incompatibilidad entre Ciudadanos y Podemos, así como a la división generada en
el seno del partido socialista. ¿Descarta Sánchez tras el 26-J pactar con
opciones de dudosa ideología democrática cuando sus barones gobiernan o
desgobiernan con ellas en CCAA y Ayuntamientos protagonizando desencuentros
sustanciales y manifiestos despropósitos día sí y día no, sólo unidos por el
único objetivo común de que no gobierne el PP? No basta pues decir que el PSOE
sale a ganar las elecciones (como los demás), pues lo más probable es que,
aunque las ganara, no sería con la mayoría suficiente para descartar alianzas y
tras la trayectoria anterior de Sánchez hay serias dudas de cuál va a ser su posición
en política de pactos. Añade, emulando a Felipe González (antes lo hizo con
Adolfo Suárez) que “si el PSOE no gana en España no habrá cambio”, pero, a
diferencia de entonces, el problema es que hoy muchos ciudadanos temen que
dicho cambio (en abstracto) pueda ser a peor si en él participan populismos,
comunismos y nacionalismos trasnochados como sucede en los países en que han
gobernado. Y para ello el PSOE ha de dejar meridianamente claro que vetará
cualquier apoyo gubernamental directo o indirecto con formaciones de tendencia
totalitaria en vez de vetar a las que, como la socialdemocracia, son
meridianamente democráticas y homologadas con las corrientes ideológicas
europeas.
La
nebulosa socialista necesita más que nunca definir con absoluta claridad su
proyecto gubernamental “progresista, dialogante y social” y su decisión de
defenderlo, bien desde la oposición o bien en el gobierno, según quieran los
ciudadanos con sus votos, aclarando que para hacerlo desde el Gobierno se
requiere, de entrada, ganar las elecciones, sin posteriores interpretaciones de
falsos progresismos o falsos cambios no decididos expresamente por los españoles
y que sólo puedan materializarse sumando un mosaico de partidos minoritarios,
que como dice ahora Sánchez “se van a tener que presentar con papeletas
apaisadas”, pero a los que lamentablemente anduvo suplicando apoyos hace cuatro
días para ser investido. No en vano, gracias a tan errado proceder socialista,
a sus indefiniciones, aventuras y coqueteos con socios indeseables, el PP de
Rajoy se permite, como Sánchez, pedir el voto útil y presentarse a la opinión
pública como la única opción al “viejo comunismo” pues la opción
socialdemócrata con semejante trayectoria ha dejado de serlo.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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