Es
paradójico (o más bien, parajódico) que quienes tienen la capacidad real de
posibilitar una investidura en España, y lo saben (como lo sabemos todos los
españoles), es decir PSOE y Ciudadanos, mantengan sus respectivas posturas bloqueadoras,
reconozcan que no hay alternativa a la de Rajoy, estén en contra de que se
convoquen terceras elecciones… y, a la vez, exijan de forma insólita que,
aceptado el encargo real por parte del líder del PP, se presente cuanto antes a
la sesión de investidura, como si su objetivo, más bien su obsesión, fuera
buscar el fracaso de la misma, que conduciría a convocar nuevos comicios, en
vez de abrirse a un razonable proceso de negociación tendente a un acuerdo que
permita la urgente gobernabilidad de España. Por tanto, cabe preguntarse, si lo
que se pretende es la investidura, en este caso de Rajoy, o una farsa que, de
alguna forma, contrarreste la fracasada investidura antinatural del perdedor
Sánchez, incomprensiblemente auspiciada por dichos partidos perdedores al
prestarse voluntariamente a la misma sabiendo desde el principio que la perderían.
Es la deducción lógica tras las reacciones pintorescas y especulativas, sin
precedentes, que las cúpulas dirigentes de ambos partidos han tenido nada más
conocer el encargo de Felipe VI a Rajoy, comunicado por escrito a Ana Pastor,
como es habitual, en los siguientes términos: “De acuerdo con el art. 99.1 de
la Constitución…… vengo en proponer al excelentísimo señor Don Mariano Rajoy
Brey como candidato a la Presidencia del Gobierno. Lo que comunico a VE para
que se formule al Congreso de los Diputados la oportuna propuesta”. Si el
artículo mencionado añade en su apartado 2 que “El candidato propuesto conforme
a lo previsto en el apartado anterior expondrá ante el Congreso de los
Diputados el programa político del Gobierno que pretende formar y solicitará la
confianza de la Cámara”, no se entiende la insólita polémica generada sobre si
Rajoy, con apoyos o sin ellos para ser investido, comparecerá a la sesión de investidura,
ni que se le haya preguntado al respecto, ni que se exija ya a Ana Pastor que
diga el plazo de negociación que concederá al candidato, ni otras tantas
explicaciones prematuras que jamás se pidieron a candidatos precedentes desde
Adolfo Suárez, incluido al propio Sánchez hace sólo unos meses.
Se
puede entender, aunque cuesta hacerlo ante tan delicada situación política, que
titulares mediáticos y tertulianos interesados, para mantener el jolgorio
(¡ellos sabrán con qué finalidad!), concluyan que Rajoy, aceptado el encargo
del Rey en tiempo y forma, se compromete a intentar un acuerdo pero no a
someterse a votación, simplemente porque ante tan impertinente pregunta (no
formulada a nadie anteriormente) el candidato decide no contestar categóricamente
ni “sí” ni “no” y simplemente manifiesta, supongo que con astucia, que
“conviene no adelantar acontecimientos”, que ha llegado “el tiempo de hablar,
de entenderse, de sumar esfuerzos y de colaborar”, que “España necesita un
Gobierno ya; lo debe encabezar el PP porque así se respetará la voluntad de los
ciudadanos y, además, porque no hay ninguna alternativa razonable al mismo”; y
que se compromete a hacer lo que esté en su mano para lograr un pacto de gobierno,
incluso ceder para conseguirlo, o gobernar en minoría con ciertas garantías
mínimas en temas de Estado. ¿Dónde está pues la polémica?.
Lo
ininteligible es que los dirigentes del PSOE y de Ciudadanos, en vez de mostrar
su disposición a negociar, le recuerden, como si Rajoy fuese un totalitario
peligroso de dudosa solvencia democrática, su obligación constitucional de
acudir a la Cámara para ser investido, cuando el candidato en ningún momento ha
dicho lo contrario y cuando a nadie, una vez proclamado candidato, se le ha
recordado tal obligación, dándola simplemente por hecha. Y lo ininteligible,
inapropiado e intolerable es que el mismísimo Antonio Hernando (así le va al
PSOE), se erija en protagonista de la farsa mediática y política manifestando,
sin venir a cuento, que “Rajoy debería rectificar cuanto antes”, que “es muy
grave lo que ha pasado” y “muy irresponsable lo que ha hecho” y que “nos
sentaremos a hablar pero no a negociar”. ¿Qué hay que rectificar, cuál es la
gravedad, dónde está la irresponsabilidad… en ofertar una negociación o en
negarla de antemano? Seguramente si Hernando y compañía buscan en sus aledaños
no le será difícil encontrar las respuestas. Bastaría con preguntarle: ¿Alguien
exigió a Sánchez que explícitamente dijera si se presentaría a la sesión de
investidura? ¿Alguien pidió a Patxi López que fijara el plazo de negociación a
Sánchez nada más recibir la notificación del Rey como se le exige ahora a Ana
Pastor? En fin, sólo desde el tancredismo político se pueden entender determinados
comportamientos basados en sospechas y descalificaciones gratuitos que no
aportan nada positivo ni a quienes los practican… a los sucesivos resultados
electorales me remito. Elijan ustedes: ¿investidura o farsa?
Fdo. Jorge Cremades
Sena
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