Por
fin, después de varios meses mareando la perdiz con una irresponsable ceguera
política casi generalizada, se vislumbra una luz de esperanza para salir del
negro túnel de ingobernabilidad en el que nuestros líderes políticos nos han
metido. Si los partidos políticos democráticos son instrumentos al servicio de
los ciudadanos para resolver sus problemas cotidianos y no meros organismos que
generan problemas al estar exclusivamente interesados en defender los intereses
de sus miembros, por legítimos que estos sean, las cúpulas dirigentes de los
mismos no pueden, ni deben, inhibirse de sus responsabilidades intentando
diluirlas con demagogias baratas, incoherentes y contradictorias que, por
inconsistentes, se caen al final por su propio peso. Es lo que,
lamentablemente, viene sucediendo en España desde el 20-D y, muy especialmente,
desde el 26-J, cuando los españoles dejaron bien claro cuál era el camino a
seguir. Basta echar un vistazo a la realidad electoral para entender el
itinerario que nos lleve al destino marcado por los ciudadanos que, guste o no,
es la urgente gobernabilidad de España a base de inevitables pactos con el
partido que por dos veces consecutivas ha ganado las elecciones sacando
sustanciales ventajas en votos y escaños al resto de cada uno de los partidos
concurrentes a las mismas. Todo lo demás, por muchos cálculos matemáticos que
se hagan o muchas justificaciones que se inventen, son, en el mejor de los
casos, meras chapuzas que generarían, en caso de prosperar, muchas más
incertidumbres sobre nuestro futuro y, en caso de fracasar, como ya sucediera
tras el 20-D, una pérdida de tiempo inconveniente e indeseable, para afrontar
los retos que España tiene planteados, que no son pocos ni poco importantes. Basta
entender que lo que no puede ser, no es, y además es imposible. Y si el arte de
la política es “hacer posible lo deseable” en cada momento, dentro de un marco
de prioridades, lo deseable y prioritario en estos momentos es posibilitar como
mínimo un gobierno a través de un acuerdo programático de mínimos tendente a
mejorar sustancialmente aquellos aspectos fundamentales para un mejor
funcionamiento de nuestro sistema democrático, susceptible de mejoras evidentes.
Y luego, ya veremos.
Dicho
lo anterior, es obvio que el gran objetivo prioritario es ayudar a que se
configure un gobierno que evite la convocatoria de nuevas elecciones,
indeseables e indeseadas por todos, lo que requiere salir de esta especie de
compartimentos estancos, sin vasos comunicantes entre ellos, en que se han
instalado los distintos partidos políticos a base de previos vetos e
inmovilismos incomprensibles, que sólo añaden más incertidumbres a la
resolución de los problemas que los españoles tenemos. Y en pro de dicho gran
objetivo, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que ya hizo un tímido gesto de
buena voluntad desechando vetos iniciales y transitando del “no” a una
abstención de cara a la investidura, da ahora un paso positivo más y toma una
decisión importante poniendo ante Rajoy una serie de condiciones previas que,
de ser aceptadas, conllevarían un apoyo positivo a la investidura y a la
gobernabilidad. Un incuestionable acto responsable que Felipe González califica
incluso como “el primer acto de responsabilidad política desde las elecciones”.
Se trata concretamente de varias medidas para la “regeneración democrática”,
asunto esencial del programa de Ciudadanos, que van desde la eliminación de
aforamientos a la expulsión de todo cargo imputado por corrupción, o desde
cambiar la ley electoral a limitar el mandato presidencial, pasando por acabar
con los indultos por corrupción, crear una comisión parlamentaria sobre el
“caso Bárcenas” y, previamente, anunciar ya la fecha de investidura. Rajoy, que
considera la decisión de Rivera como un “avance positivo” pide unos días para
someterlo a la dirección del PP y responder a la oferta, que obviamente, aunque
se llegase a acuerdo seguiría siendo insuficiente sin el concurso de otros
grupos que, salvo CC con un solo escaño, siguen enrocados en el inmovilismo del
“no”.
Acto
de responsabilidad política sin duda que, siendo insuficiente aún para lograr
el objetivo del desbloqueo político (los escaños de cada uno son los que son),
pone al resto de partidos (a cada uno en la parte alícuota de responsabilidad
que le corresponda) en la tesitura de mantenerse en el bloqueo político o
permitir por activa o pasiva la gobernabilidad del Estado, como hace
Ciudadanos. Lo primero, al no vislumbrarse mejor alternativa viable, conduciría
a nuevas elecciones, las terceras, que, según los sondeos, conformarían un
escenario parlamentario bastante similar al actual; lo segundo abriría una
legislatura con un gobierno en minoría (el de gran coalición parece
descartado), monocolor del PP o bicolor de PP-Ciudadanos, condicionado a
materializar, sí o sí, las medidas de “regeneración democrática” propuestas por
Rivera y obligado a pactar con la oposición cada una de las leyes concretas
futuras. Es el dilema planteado al resto de partidos.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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