Tras un
prolongado y bochornoso espectáculo dentro y fuera del Comité Federal, Pedro
Sánchez, minutos antes de que le echaran, dimite y deja un PSOE más dividido y
derrotado que cuando entró a dirigirlo por obra y gracia de Susana Díaz, entre
otros, que ahora, y con razón, le dicen “no es no”, como ya le venían diciendo
desde hace algún tiempo no sólo muchos socialistas sino también la mayoría de
españoles, retirándole cada vez más apoyos en todas las sucesivas elecciones en
que el PSOE se ha presentado desde que él y su nefasta cúpula dirigente se
hicieran cargo de liderar el partido. Pero Pedro y los suyos (su bando, como él
mismo reconoció finalmente), erre que erre, pretendía mantenerse a toda costa
sin que nadie entendiera qué parte del “no” no entendía él mientras llevaba al
PSOE al precipicio más profundo. De haberlo entendido antes se hubieran evitado
los profundos desgarros internos entre los propios socialistas y todos los
españoles nos hubiéramos ahorrado asistir estupefactos a vergonzantes escenas
televisadas, protagonizadas por socialistas (algunos dicen que entre ellos
había cantidad de podemitas camuflados) concentrados en las puertas de Ferraz,
la sede socialista, casualmente todos partidarios de Sánchez, que obligaban a
los críticos a hacer un paseíllo infernal para acceder al Comité Federal en
medio de todo tipo de insultos y descalificaciones, simplemente por criticar
tan nefasta gestión y por hacer uso de sus derechos estatutarios para poner fin
a la misma. Pero Sánchez y los suyos, su bando, seguía sin entender que ya
estaba inhabilitado y desautorizado desde que la mayoría de su Ejecutiva
presentara su dimisión con arreglo a los Estatutos, prefiriendo atrincherarse
en el absurdo invitando a los dimisionarios, que lo rechazaron, a volver a la
Ejecutiva como si de una pataleta se tratara, mientras, para mantenerse en el
poder a costa de lo que fuera, era capaz de iniciar en el Comité Federal una
opaca votación en una urna tras un biombo, rechazada mediante gritos de
“¡pucherazo!”, para que saliera adelante su insólita propuesta de un Congreso
Exprés, gestionado por su bando, en tanto que los críticos recogían firmas para
ponerle un voto de censura. Fue en ese instante cuando supimos la parte del
“no” que no entendía Sánchez, quien, entendiéndolo por fin, aceptó finalmente
una votación limpia y transparente a su absurda propuesta y, al perderla por
132 votos frente a 107 (auténtica división del partido), presentó su dimisión
para evitar su destitución fulminante por parte del Comité Federal que, como es
lógico y procedente, designó una Gestora que gestionará, entre otros asuntos,
la convocatoria de un nuevo Congreso donde, con tiempo y con todas las
garantías procedimentales, se elegirá la nueva Ejecutiva y el proyecto político
socialista que habrá de ofertar a los españoles.
Por fin el PSOE
finiquita, de momento, este nefasto periodo de “sanchismo”, que hace bueno
incluso al “zapaterismo”, aunque pagando un precio muy alto innecesariamente
cuando podría haber salido mucho más barato si el PSOE hubiera asumido su
primera debacle electoral en las elecciones locales y autonómicas en vez de
disimularla entregando parcelas de poder, no obtenidas en las urnas, a Unidos
Podemos, su verdadero enemigo político, o entregándose a él para conseguirlas
en vez de combatirlo políticamente, o sí, al menos, Sánchez, para reparar tan
grave error, hubiese dimitido tras la estrepitosa derrota del 20-D, asumiendo
las responsabilidades políticas pertinentes. Un costoso “no es no” al
autoritarismo (gestoras caprichosas digitalizadas frente a Ejecutivas locales o
autonómicas, imponiendo candidatos encima perdedores), a la ausencia de
autocrítica (asumiendo derrotas y contradicciones como algo normal), a la
incoherencia, la desobediencia y el oscurantismo (justificando vetar a Rajoy
por mandato del Comité Federal y pactando en secreto con Podemos e
independentistas, igualmente prohibido), a la mentira y la demagogia
(postulándose tras afirmar que no lo haría y sería oposición), a la
irresponsabilidad, la incompetencia y la ambición desmesurada (intentando un
gobierno alternativo imposible con fuerzas manifiestamente antidemocráticas)… y
ante otra serie de inconveniencias no acordes con las virtudes que debieran
adornar a cualquier hombre de Estado.
Lamentablemente, el
legado del bando de Pedro Sánchez no puede ser más catastrófico y ahora toca
intentar recomponer el devastado PSOE por el bien de la democracia española y
del socialismo democrático, imprescindible en toda Europa y por tanto en
España. Tarea nada fácil ante semejantes desgarros. Y justo cuando el tiempo se
agota para consolidar la gobernabilidad de España o para convocar terceras
elecciones, que nadie desea; el PSOE, destrozado, queda hasta sin candidato
para afrontar hipotéticos comicios que, previsiblemente, perdería
estrepitosamente más que nunca, para regocijo de Unidos Podemos, que ya se
dispone a estigmatizar al PSOE como partido de derechas si ahora decide
finalmente abstenerse y permitir la investidura de un Rajoy cada vez más
cargado de razón y más crecido ante semejante panorama. Un “no es no” pues al
mejor aliado del PP y de Unidos Podemos a la vez. Insólito, ¿verdad? Pero así
es.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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