Algunos
de nuestros políticos no dejan de sorprendernos con sus ocurrencias y
despropósitos, al extremo de que obtendrían mucha más credibilidad ante los
ciudadanos si, simplemente, cuando carecen de argumentos para defender sus
tesis frente a sus oponentes, se quedasen callados. En efecto, en la más
genuina línea argumentaría de Leire Pajín, Bibiana Aído y compañía (Ver “Ocurrencias
y despropósitos” en Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/, de fecha 3-3-2011) el diputado socialista por
Alicante Gabriel Echávarri viene a ilustrarnos, desde el Pleno del Congreso,
sobre el pedigrí que han de tener los políticos para, desde su punto de vista,
obtener una fiabilidad ideológico-política, buena o mala. Descalifica el
diputado al ministro Gallardón y a sus tesis sobre el aborto y la violencia de
género, distintas obviamente a las del diputado, sin argumento concreto alguno (salvo
el genérico de la intencionalidad de querer machacar la libertad de las
mujeres) cuando hay para dar y tomar al efecto en favor y en contra, avalando
su descalificación con el pedigrí del ministro, en este caso, negativo. Es
decir, en una especie de determinismo genético-ideológico que, de aplicarse
simplemente al resto de los miembros de la Cámara, pondría en evidencia, al
margen de los pedigríes puros y auténticos, su alto índice de bastardía o
mestizaje, no sólo en las filas de la derecha, sino también en las de la
izquierda, invalidando las tesis del diputado en favor de un Parlamento formado
por grupos políticos genéticamente puros desde el punto de vista ideológico.
Una aberración sin duda, se mire como se mire, que nos conduce al absurdo, por
no decir algo peor.
Ni
se sabe, ni tiene por qué saberse, ni tiene la menor importancia al ser un
asunto irrelevante, desde el punto de vista político e ideológico, cuál es o
fue la adscripción político-ideológica del padre o el abuelo de Echávarri, ni del
resto de políticos que, ya ven, tan acertadamente dirigen nuestros destinos.
Son ellos “per se” quienes, al margen de sus respectivos “pedigríes”
ideológicos, a los que tanta importancia da Echávarrri, han de demostrar su
capacidad personal, tras posicionarse ideológicamente, desde su libertad, dónde
les venga en gana, al margen de lo que hicieran sus antepasados. Es un principio
básico democrático sólo prostituido por mentes totalitarias que, en su afán
maniqueo de dividir a las gentes entre buenos (ellos mismos) y malos (los
ajenos), apelan, para justificar su aberración, a purezas ancestrales de origen
para colocarlos en cualquiera de sus diabólicas categorías. Por ello no se
entiende el argumento utilizado contra Gallardón por parte de Echávarri: “Usted....como
un hijo de buena estirpe, se limita a seguir la senda que le marcó su padre,
para hacer desaparecer los derechos y libertades de las mujeres” al que
Gallardón responde “Atáqueme a mí, no me mencione usted a mi padre porque él
está muy por encima de la dignidad que usted puede llegar a alcanzar”. Fin de
la cita, que diría Rajoy. Como ven, un debate genético-político de valor
incalculable para mejorar, en todo caso, el importante asunto que les ocupa.
Dejando
a un lado las cuestiones sobre estirpes y dignidades, lo cierto es que la
intervención de tan alto representante parlamentario alicantino es un fiasco,
tanto en el fondo como en la forma, así como en su inoportunidad. Apoyándose en
el pedigrí del ministro, todo le cuadra: la violencia de género no está entre
las prioridades del Gobierno ya que con el Gobierno socialista (de otra estirpe
por supuesto) la lucha contra la violencia de género era “una cuestión de
Estado”, mientras que con el PP (la estirpe maldita) “ha vuelto a las páginas
de sucesos” convirtiéndose en “una cuestión privada” que “quieren que se
ventile entre las cuatro paredes de una casa”. Y se queda tan pancho. Sin
aportar datos concretos (salvo la pertenencia a la estirpe perversa) que avalen
un cambio sustancial en las políticas de violencia de género o sencillamente un
alarmante resultado estadístico progresivo que, a partir del gobierno popular,
avale un incremento sustancial anual de víctimas mortales (71 en 2007; 76 en
2008; 56 en 2009; 73 en 2010; 61 en 2011; 46 en 2012 y 66 en 2013), es
indecente utilizar como arma arrojadiza tan grave problema sin documentarlo con
datos y argumentos serios irrefutables. Máxime cuando, para bien o para mal,
fue un gobierno socialista el que puso la base legislativa del tratamiento del
problema (Ley orgánica 1/2004 de 28 de diciembre…) que, curiosamente, acaba de
ser cuestionada por Alejandro Soler, ex alcalde de Elche y compañero de
Echávarri, tras haber sido absuelto y, por tanto, víctima del mal uso de la
misma que, supuestamente, ha hecho su ex mujer acusándole sin fundamento de
malos tratos. Una petición de modificación de la ley que Soler, tras sufrirla
en sus propias carnes, propone justo en el sentido contrario de lo que Echávarri
reprocha al ministro, cuando éste hace exactamente igual que lo que hicieron
sus predecesores socialistas desde la aprobación de la ley.
Si
lo que pretende Echávarri es mejorar la protección de la mujer maltratada, en
vez de considerar a sus oponentes políticos varones como especímenes de
estirpes perversas y a las hembras como masoquistas empedernidas, mejor le iría
si, tras pactar con Soler y el resto de sus compañeros las revisiones que
propone para mejorar su propia ley, le oferta al ministro, olvidándose de su
estirpe, las propuestas pertinentes. Entre ellas las que contemplen un mayor
rigor frente a quienes utilizan la ley de forma fraudulenta, amparándose en el
genérico concepto previo de adjudicar determinadas maldades y bondades según
criterios sexistas.
Fdo. Jorge Cremades
Sena
No hay comentarios:
Publicar un comentario