Se ha puesto de moda, no
cabe duda. El independentismo político crece y crece incomprensiblemente en
paralelo a la globalización económica. Dicho de otro modo, mientras en lo
económico la tendencia es derribar todo tipo de fronteras y aranceles, en lo
político sucede todo lo contrario, lo que, a mi juicio, genera una cierta contradicción
inexplicable, especialmente si dicho fenómeno prolifera entre los estados que
conforman la UE. Curiosamente, liquidado en el siglo pasado el colonialismo
europeo de África y Asía (en el anterior siglo ya se liquidó el de América),
resurge ahora, con idéntico fervor soberanista el deseo de desmoronamiento
político-territorial de la vieja Europa (colonizadora que no colonizada
históricamente) con el pretexto de aplicar el derecho de “autodeterminación”
bajo un supuesto principio de “derecho a decidir”, que no es el caso ya que
éste fue diseñado por la comunidad internacional sólo para supuestos
colonialistas o territorios sometidos a regímenes opresores, que impiden a sus
habitantes un desarrollo en libertad asegurándoles un escrupuloso respeto a los
derechos humanos, lo que, curiosamente, no sucede en Europa, al menos, y de
forma clara y contundente, en los países de la UE (Ver art. “Autodeterminación
y legalidad” del 21-2-2013 en Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/,).
Por
tanto, desarmados de cualquier resquicio de apelación a la legalidad
internacional, salvo que lo contemple su legislación interna constitucional,
los grupos soberanistas o independentistas que pretenden hacer declaraciones
unilaterales de independencia se mueven irremediablemente en los aledaños del
totalitarismo que, tanto de izquierdas como de derechas, tanta sangre derramó
en Europa en el siglo XX, dando lugar, justo para evitarlo en el futuro, a una
legalidad internacional que, cada vez más, se está convirtiendo en una mera
caricatura, si es que no lo fue desde el principio. Lo sucedido en Crimea es
buen ejemplo para corroborar que, como siempre, la ley de la fuerza es la que
al final dirime los conflictos de intereses entre los diversos estados, lo que
no deja de ser un mero acto de violencia en toda regla. Dice Putin, y dice
bien, tras reconocer “ipso facto” la previa declaración de independencia de
Crimea que alentó desde el inicio para anexionarla a Rusia con posterioridad,
que EEUU hizo lo propio con Kosovo (excepto en lo referente a la anexión por
razones obvias), pues, salvando las distancias, al final lo que menos importa
es la legalidad del proceso, que, como ven, ni lo menciona. Es el triunfo de un
soberanismo a la carta que tiene éxito o no si alguna de las potencias
interesadas así lo decide. Hoy por ti, mañana por mí, importando un comino lo
que diga la legalidad vigente y, aún menos, los argumentos históricos,
políticos o culturales que esgriman para justificarlo, meras comparsas a favor
o en contra según interese. Como decía Groucho Marx: “estos son mis principios;
si no le gustan, tengo otros” que, obviamente, aplicaré cuando me conviene. Es
la triste realidad, la vieja ley de la selva, disfrazada con cínicas e
hipócritas caretas para hacer más llevadera la vida cotidiana y la convivencia
política internacional.
Cada
vez es más absurdo pues el discurso político razonado y razonable para
convencer a los nacionalistas de que dejen sus ilegales planteamientos, sus
absurdas apelaciones a historias inventadas y sus promesas de paraísos futuros
inexistentes. No hará en ellos mella alguna, ya que es el abono imprescindible
de su existencia política. Saben además que su proyecto es inviable de forma
pacífica (jamás lo fue históricamente y, a lo sumo, como excepción que confirma
la regla) y que dependerá, en todo caso, de decisiones ajenas. Es paradójico
pues que en paralelo con la ilegal independencia de Crimea, Rajoy se siga
enredando en responder a Mas que “situarse por encima de la Constitución es
semáforo rojo” o que no habrá referéndum porque “la capacidad de decisión es
del conjunto del pueblo español”. Mal asunto cuando hay que explicar lo obvio.
De sobra lo sabe Artur Mas y compañía. También lo sabían los independentistas
crimeos y el gobierno de Kiev. Sería más sensato responderle a Mas sin ambages
que afortunadamente para España y Cataluña como parte de ella, no hay intereses,
hoy por hoy, de ninguna potencia mundial en que el Estado Español, miembro de
la UE, se desmorone, contagiando al resto de miembros (hasta el gobernador de
la región italiana de Véneto ya se apunta al circo), y que, por tanto, su
proyecto está abocado a un inevitable fracaso.
No más pedagógico,
pero sí más contundente, sería decirles a los vendedores de soberanismos
pacíficos ilegales a la carta, que tales productos no existen, que siempre son
procesos agresivos violentos y que, para tener éxito, requieren del respaldo
decidido de alguna potencia extranjera que, obviamente, no juega a ningún
altruista proyecto desinteresado en favor de una supuesta liberación de la
supuesta población reprimida, sino que juega a obtener beneficios propios de la
operación, consistentes en muchas ocasiones a una dominación del territorio
liberado. Una diabólica estrategia que incluso algunas veces desemboca en
conflictos armados regionales o incluso internacionales, con la correspondiente
ruina económica, pérdida de vidas humanas y desolación generalizada. Es
lamentablemente el peaje a pagar por semejante locura.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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