viernes, 21 de marzo de 2014

SOBERANISMO A LA CARTA

                        Se ha puesto de moda, no cabe duda. El independentismo político crece y crece incomprensiblemente en paralelo a la globalización económica. Dicho de otro modo, mientras en lo económico la tendencia es derribar todo tipo de fronteras y aranceles, en lo político sucede todo lo contrario, lo que, a mi juicio, genera una cierta contradicción inexplicable, especialmente si dicho fenómeno prolifera entre los estados que conforman la UE. Curiosamente, liquidado en el siglo pasado el colonialismo europeo de África y Asía (en el anterior siglo ya se liquidó el de América), resurge ahora, con idéntico fervor soberanista el deseo de desmoronamiento político-territorial de la vieja Europa (colonizadora que no colonizada históricamente) con el pretexto de aplicar el derecho de “autodeterminación” bajo un supuesto principio de “derecho a decidir”, que no es el caso ya que éste fue diseñado por la comunidad internacional sólo para supuestos colonialistas o territorios sometidos a regímenes opresores, que impiden a sus habitantes un desarrollo en libertad asegurándoles un escrupuloso respeto a los derechos humanos, lo que, curiosamente, no sucede en Europa, al menos, y de forma clara y contundente, en los países de la UE (Ver art. “Autodeterminación y legalidad” del 21-2-2013 en Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/,).
            Por tanto, desarmados de cualquier resquicio de apelación a la legalidad internacional, salvo que lo contemple su legislación interna constitucional, los grupos soberanistas o independentistas que pretenden hacer declaraciones unilaterales de independencia se mueven irremediablemente en los aledaños del totalitarismo que, tanto de izquierdas como de derechas, tanta sangre derramó en Europa en el siglo XX, dando lugar, justo para evitarlo en el futuro, a una legalidad internacional que, cada vez más, se está convirtiendo en una mera caricatura, si es que no lo fue desde el principio. Lo sucedido en Crimea es buen ejemplo para corroborar que, como siempre, la ley de la fuerza es la que al final dirime los conflictos de intereses entre los diversos estados, lo que no deja de ser un mero acto de violencia en toda regla. Dice Putin, y dice bien, tras reconocer “ipso facto” la previa declaración de independencia de Crimea que alentó desde el inicio para anexionarla a Rusia con posterioridad, que EEUU hizo lo propio con Kosovo (excepto en lo referente a la anexión por razones obvias), pues, salvando las distancias, al final lo que menos importa es la legalidad del proceso, que, como ven, ni lo menciona. Es el triunfo de un soberanismo a la carta que tiene éxito o no si alguna de las potencias interesadas así lo decide. Hoy por ti, mañana por mí, importando un comino lo que diga la legalidad vigente y, aún menos, los argumentos históricos, políticos o culturales que esgriman para justificarlo, meras comparsas a favor o en contra según interese. Como decía Groucho Marx: “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros” que, obviamente, aplicaré cuando me conviene. Es la triste realidad, la vieja ley de la selva, disfrazada con cínicas e hipócritas caretas para hacer más llevadera la vida cotidiana y la convivencia política internacional.
            Cada vez es más absurdo pues el discurso político razonado y razonable para convencer a los nacionalistas de que dejen sus ilegales planteamientos, sus absurdas apelaciones a historias inventadas y sus promesas de paraísos futuros inexistentes. No hará en ellos mella alguna, ya que es el abono imprescindible de su existencia política. Saben además que su proyecto es inviable de forma pacífica (jamás lo fue históricamente y, a lo sumo, como excepción que confirma la regla) y que dependerá, en todo caso, de decisiones ajenas. Es paradójico pues que en paralelo con la ilegal independencia de Crimea, Rajoy se siga enredando en responder a Mas que “situarse por encima de la Constitución es semáforo rojo” o que no habrá referéndum porque “la capacidad de decisión es del conjunto del pueblo español”. Mal asunto cuando hay que explicar lo obvio. De sobra lo sabe Artur Mas y compañía. También lo sabían los independentistas crimeos y el gobierno de Kiev. Sería más sensato responderle a Mas sin ambages que afortunadamente para España y Cataluña como parte de ella, no hay intereses, hoy por hoy, de ninguna potencia mundial en que el Estado Español, miembro de la UE, se desmorone, contagiando al resto de miembros (hasta el gobernador de la región italiana de Véneto ya se apunta al circo), y que, por tanto, su proyecto está abocado a un inevitable fracaso.
No más pedagógico, pero sí más contundente, sería decirles a los vendedores de soberanismos pacíficos ilegales a la carta, que tales productos no existen, que siempre son procesos agresivos violentos y que, para tener éxito, requieren del respaldo decidido de alguna potencia extranjera que, obviamente, no juega a ningún altruista proyecto desinteresado en favor de una supuesta liberación de la supuesta población reprimida, sino que juega a obtener beneficios propios de la operación, consistentes en muchas ocasiones a una dominación del territorio liberado. Una diabólica estrategia que incluso algunas veces desemboca en conflictos armados regionales o incluso internacionales, con la correspondiente ruina económica, pérdida de vidas humanas y desolación generalizada. Es lamentablemente el peaje a pagar por semejante locura.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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